3.8.09

Enéas


Por Alidia Arreola
Preparatoria 13


Temeroso estaba al volver a una página en blanco, de pronto surgieron las ideas, múltiples ideas llenando la mente de variados temas:
Hablar del universo, sería muy extenso, hablar de política, entre leyes y reformas donde nadie se pone de acuerdo.
Expresar acerca del amor, donde se involucran emociones, recuerdos, sueños, sin embargo, sentado observando todo aquello que me rodeaba, me hice la pregunta: ¿Qué se sentirá ser un árbol? Sin sentimientos, aquellos que sólo crecen para dar “vida” a este lugar, para tener una hoja de papel con qué escribir, para que de repente, se llenen de hongos, tanto que den lástima y los tengan que podar.

-¡Ya sé!- exclamó Enéas, me convertiré en un árbol.
Un árbol cuyas raíces estén fijas en el suelo, las ramas y las hojas se mezan libres al ritmo del viento. Los pájaros pasarían muchas horas posando sobre mí, algunos harían sus nidos.
De repente, no podía moverme, sentía que estaba pegado al suelo, no sabía que hacer, vi todo más pequeño, y sentía a pájaros sobre mí. Estaba simplemente confundido; o soñé que era un humano, o simplemente nunca me di cuenta que era un árbol.

Un día, sintió que el brillo de una mirada y de una risa destacaba entre todos los niños de su alrededor; ella pasó a su lado como quien pasa junto a un semáforo. Se llamaba Alda, tenía diez años y pelo moreno; la mirada, como un destello verde y una sonrisa tenue y dulce.
Enéas ignoraba que los árboles no deben enamorarse de las niñas, ¿sabe alguien de quién debe enamorarse?
Él, no lo sabía, así que se enamoró de la niña de mirada verde y de sonrisa dulce.
Todos los días Alda visitaba a Enéas en el patio de la escuela, ella lo sentía como un amigo, así que le contaba su día en la escuela y siempre terminaba cantándole una canción.
-Alda tiene la voz más hermosa- susurraba el árbol, con un suspiro que le ahogaba el pensamiento.
Enéas estaba enamorado, no sabía cómo declararle su amor.
En presencia de la niña, se sentía torpe, no sabía que hacer con las ramas para ser más hermoso; ni cómo agitar sus hojas al viento para resultar mas atractivo.
Por eso, un ahogo de emoción y tristeza le conmovía hasta las raíces.
A partir de aquel momento, Enéas consagró toda su vida a la que amaba.
Le dedicaba cada nueva hoja, y todo el aroma de sus flores. Pero Alda no sabía entender las palabras del árbol, ni aquellos suspiros perfumados.
Cuando todos se sentaban a la sombra, el arbolito enamorado inclinaba su tronco para que la espalda de la niña reposara más cómoda.
-¡Ash! ¡Alda siempre escoge el mejor sitio!- protestaban todos.
- El que sabe… ¡sabe!– reía la niña.
Mientras tanto, el árbol soñaba que ella cogía una de sus ramas y juntos, de la mano echaban a andar por los caminos, por las montañas y por los valles, hasta llegar al mar.
Caminaban despacio; porque el árbol tropezaba y se caía, cada vez que se le enredaban las raíces en los arbustos y las piedras.
En eso despertó y dijo:
-¡Pero Alda, no puede comprender mis palabras, menos aún puede interpretar mis sueños!
Todo estaba claro, Enéas estaba enamorado de Alda. De pronto, descubrió la forma de declararle su amor. ¡El verde de sus hojas se hizo radiante!
Como siempre, Alda fue la primera en llegar y, como siempre, colgó su chamarra en una rama. Contuvo la respiración de todas sus hojas, luego, en aquel brote, moldeó la flor más hermosa de toda la primavera.
Cuando terminó el recreo, Alda descolgó su chamarra con un tirón y sin querer rompió la ramita en la que estaba la flor.
La niña miró la flor con gesto de sorpresa. El árbol palideció, avergonzado al sentir sobre sus hojas la mirada sorprendida de la niña.
Alda contempló, de nuevo, la flor.
Luego, volteó su cabeza hacia uno de los niños que estaba tras de ella.
Bajó la mirada y exclamó sonriente:
-Gracias, Juan. Ha sido un detalle muy bonito.
-¿Juan?- protestó Enéas.-¡Yo no me llamo Juan!
Juan no desaprovechó la oportunidad, y le tomó la mano a Alda y, agarrados de la mano, se fueron al salón.
-¡Soy un imbécil!- protestaba Enéas una y otra vez. Y después de un día de suspiros, se le llenaron sus hojas de lágrimas, unas lágrimas amargas, por eso, cuando los rayos del sol secaban el rocío de su llanto, una capa de sal apagaba el brillo de sus hojas.
Alda y Juan se sentaban todos los días en Enéas. Hablaban, reían y se miraban a los ojos.
Aquel mismo día, Juan grabó con una navajita en el tronco del árbol: Juan y Alda.
-¡Qué vergüenza!-protestaba el árbol - Juan-Alda… Juanalda… ¡Suena a pastillas para la tos!

El comienzo del otoño trajo silencio y soledad al patio del colegio.
Ahogado por aquella herida grabada en el troco, el árbol sintió que ya no servía para nada y comenzó a cantar:
-Si los delfines, mueren de amores…
Un día de aquellos volvieron a inaugurar el colegio, los niños y las niñas trepaban hasta las ramas de Enéas.
El árbol se contagiaba por la felicidad de los niños. Y hacía resplandecer sus hojas y flores.
Aquel año nombraron nuevo director, estableció nuevas normas y severos castigos para quienes no las cumplieran.
El director mandó a que les trajeran armazones metálicos, para que los niños pudieran trepar sobre ellos. Y, el mismo día mandó a que colgaran un letrero que decía: “Se prohíbe trepar al árbol”.
Así que, Enéas contemplaba a los niños y las niñas que jugaban entre aquellos armazones, como pájaros enjaulados.
Cada vez que el árbol se sentía triste, una hoja caía de sus ramas, como una lágrima, tantas perdió que al comenzar las vacaciones de verano, había perdido todas sus hojas.
Sin la protección de sus hojas, aquellos días calurosos eran terribles, pero la calma y el frescor de la noche despertaban su pensamiento y sus sueños.
En las noches de luna llena, juagaba con su sombra a imaginar historias; historias de dragones y guerreros; historias de ríos negros, donde se bañaban las princesas y unicornios blancos; historias terroríficas en las que la sombra de sus ramas se extendía por las calles, como los inmensos tentáculos de un pulpo, para atrapar a todo aquel que caminaba distraído.
Pero estas últimas historias le espantaban el sueño, así que trataba de encontrarlo contando ovejas, contando niños y niñas, que caminaban en filas para su salón.
Por el contrario, cada vez que soplaba el viento, Enéas movía sus ramas, para ensayar nuevos sonidos y nuevas canciones.
El primer día de clase llegaron los profesores y profesoras, llegaron los niños acompañados por sus padres o abuelos, llegaron los mayores cargados con mochilas llenas de libros. Y todos se le quedaron viendo a Enéas que no tenía hojas, sin acabar de creer lo que veían.
-¡¿Qué pasó contigo, árbol?! – gritó uno de los niños.
-¡Qué triste!-suspiraban los demás.
-¿Qué vamos a hacer ahora con él?- se preguntaban los padres.
-Pues… ¡muy sencillo! – dijo el director- ¡¡Cortarlo!!
De pronto, se levantó una oleada de protestas contra la decisión del director. Aquél árbol siempre había estado allí. Los abuelos y los padres conocían a ese árbol desde su infancia.
La experiencia de trepar por su tronco, de contemplar el mundo desde sus ramas.
-¡¡No permitiremos que lo corten!!- gritaban los padres.
Cuando se presentaron los leñadores que iban a talarlo, ni siquiera se pudieron acercar.
Los niños y niñas, los padres, las madres y los abuelos, unidos de la mano, formaban in círculo alrededor del árbol.
Algunos llevaban pancartas y las gritaban:
-¡Salvemos nuestro árbol!
-¡Que nadie corte nuestros recuerdos!
Cada vez que oía la palabra cortar, a lo que es grande y tiene hojas se le hacía un nudo en el tronco. Mientras los leñadores
se marchaban protestando, el árbol aprovechó unas ráfagas de viento para entonar una canción que había ensayado durante los días de verano, entonces se desplegó un abanico de sonrisas y de asombro.
Todos aplaudieron cuando terminó aquella melodía, por eso, una representante de la Asociación de Padres quitó el cartel que decía: “Se prohíbe trepar al árbol”.
Enéas se contagió de aquel entusiasmo y deseó volver a ser como antes era. Aprovechando aquellos momentos de euforia intentó despertar el torrente de su savia; pero todos los esfuerzos eran inútiles.
Entonces decidió buscar ayuda y le dijo al Sol:
-Por favor, tú que eres tan poderoso… ¿puedes darme hojas?
-Yo no me entretengo en dar hojas a los árboles secos –dijo el Sol-¡¡Ve tu a buscarlas!!
-Solo puedo caminar en mis sueños… y ahora necesito hojas de verdad- suspiró Enéas.
Pasó el Viento y el árbol le gritó:
-¡Tú que eres tan poderoso… dame algunas hojas!
-Yo sólo sé quitar las hojas delos árboles- dijo el Viento- así que no puedo ayudarte.
Pasó la lluvia y el árbol le dijo:
-Señora lluvia, mis pies están clavados en el suelo, ¿quieres traerme algunas hojas?
Pero la lluvia le contestó:
-No puedo dar nada a nadie. Yo sólo sé llorar por las desgracias de los demás.
Enéas definitivamente no sabía que hacer, ya que nadie lo podía ayudar y pensó:
-Me salvaron de que no me podaran yo les tengo que agradecer dándoles flores, hojas, pero simplemente nadie me puede ayudar, no queda mas remedio que quedarme sin hojas, dando lástima a las personas.
Pasaron los días y nadie le dio importancia al árbol.
Los niños, los padres y hasta los abuelos, decidieron podarlo de una vez.
-¿De qué sirve tener un árbol feo en tus recuerdos? Preferible uno frondoso que te haga recordar las cosas como si hubieran sucedido ayer- dijo el abuelo.
Y, así fue, Enéas murió decepcionado con la esperanza de que alguien le ayudara, pero no fue así.

Historia olvidada



Por Gerardo Mercado
Prepa 13


Hace algunos días la curiosidad comenzó a invadir mi cuerpo, después de pensarlo un poco me decidí a extraviar esta sensación. Busqué en diversas ciudades, diferentes regiones, hasta llegué a cruzar el mar en busca de una respuesta. Por fin después de meses de búsqueda arribé a una ciudad a la mitad del océano. Moví mis influencias para poder accesar a los archivos más resguardados de la sociedad.
Se dice que en esta biblioteca se almacena la vida de cada individuo, pero… nadie las escribe.

Tomé libros al azar, pero ninguno llamaba mi atención, era difícil creer esto de entre tantos libros, hasta que lo vi, un libro que parecía relucir de entre todos, sujeté el ejemplar y leí el titulo: “Olvido”, por si no fuera poco el nombre de aquel libro movió más mi curiosidad. Al abrir el volúmen las letras comenzaron a brillar con en un tono dorado y en un segundo la luz me cegó.
Cuando abrí los ojos noté que mi cuerpo era inexistente, no podía sentir la brisa, pero a pesar de esto me movía libremente, recorrí las calles de aquel lugar y después de una breve observación me di cuenta de que era la misma ciudad a la que había arribado, “Neo Pariga” aunque ahora estaba algo diferente a la que conocía pues las calles eran de piedra, las casas eran sencillas además de que pasaban carretas jaladas por caballos.
Todavía no terminaba de sorprenderme cuando sentí que una gran fuerza me atrajo.
Recorría las calles a gran velocidad, a lo lejos se observaba una casa, yo no me podía detener y sentí que chocaría con esta, pero no fue así, sino que pasé através de sus muros.
Dentro de la casa observé a una pequeña niña de cabellos color castaño, ella no tendría más de 10 años, pensé. Ella trataba de despertar a una joven aproximadamente de 16 años, hasta que por fin lo logró. La joven, que resulto ser la hermana mayor de la infante, se dirigió a su trabajo y la pequeña a la escuela. Terminando un día común de escuela se dirigió a la casa de una amiga suya. Ya de noche compró algo de la tienda y corrió con dirección a su casa, pues ya había pasado de la hora de llegada.
Las calles estaban oscuras, de un negro penetrante. De pronto, detrás de ella comenzaron a escucharse pasos, lo cual hizo que acelerara los suyos. Sin embargo, los pasos distantes se escuchaban cada vez más rápidos y cercanos. Sin esperar ni un segundo más la niña comenzó a correr, mientras sentía como su corazón se saldría del miedo.
Después de un largo trayecto consiguió llegar a su casa y golpeando la puerta esperaba a que le abrieran. Dentro de la casa la madre se disponía a abrir, ella seguía tocando desesperadamente, en eso una mano tapó su boca y otra sujeto su estómago.
Por fin la madre abrió la puerta, pero nadie la esperaba del otro lado. Así que la cerró sin notar una bolsa tirada en el suelo.

Pasadas las horas la hermana mayor llegó a su casa, todo estaba tranquilo hasta que se percató de la bolsa tirada en el suelo, ella la tomó y entro rápidamente a su casa. Después de cuestionar a su madre y llamar a la casa de la amiga temieron lo peor. Un secuestro.

Todo se encontraba oscuro, tan oscuro que ni yo no podía ver nada a mí alrededor. Mientras me preocupaba por mi visión, sentí como algo comenzaba a moverse y gemir de dolor, aquella cosa que estuviera ahí era sujetada por algo en sus muñecas y cada vez que trataba de mover sus brazos salía muy lastimada. En eso unas lámparas de aceite comenzaron a encenderse dejando ver un cuarto color gris hecho con ladrillos, además de que caían gotas de agua provocando un eco perturbador.
Ya con la visión activa de nuevo me di cuenta de lo que hacía aquellos ruidos: era la pequeña secuestrada. Ella estaba sobre una fría mesa de metal sujetada por varios grilletes, dos en sus muñecas y dos en sus tobillos. Lo peor de esto era que los grilletes atravesaban sus muñecas y tobillos con finas agujas, dejando correr su sangre.
De entre las sombras una figura anciana emergió vistiendo una larga capa negra que cubría todo su rostro. Este extraño personaje afinó un poco su voz y pronunció las siguientes frases con tono burlón:
—¡Felicidades!, eres la primer seleccionada para hacer realidad mi teoría—. Tras aquellas palabras, ella no podía pronunciar ninguna palabra debido al horror que se extendía através de su ser. El hombre continúo con su discurso,
—Además será un buen regalo de cumpleaños.
La pequeña juntó valor y preguntó:
—¿Có… Cómo es que… sabes de mi cumpleaños?
Sin perder tiempo el anciano contesto:
—Niña, yo no selecciono mis víctimas al azar, tienen que ser alguien con una mente fácil de manipular.

Al terminar su pequeña charla, aquel anciano tomó un bisturí que se encontraba sobre una mesa al lado de él. Lo alzó en el aire y rozando la piel de la niña comenzó a abrirla. Ella podía observar como su piel era cortada, mientras la sangre recorría su dolido cuerpo. Él realizó diversas incisiones y después de algunos minutos de eterno sufrimiento la niña perdió la conciencia.

No sabría decirles cuanto tiempo pasó, pudieron haber sido horas, días e incluso semanas. Las gotas de agua se colaban por la estructura de aquel extraño lugar y un salpicar de una de éstas hizo reaccionar a la niña inconciente, ella se encontraba acostada sobre aquella mesa fría, sus ataduras habían desaparecido por lo que trató de levantarse, acción que logró después de varios intentos. Al tocar el suelo un dolor indescriptible recorrió su cuerpo, sus heridas estaban cosidas de una forma muy vaga, cuando se apoyo por completo el peso de su cuerpo lastimó las heridas y de éstas comenzó a brotar sangre dejando un pequeño charco en el suelo. Por suerte la niña estaba en un especie trance por el dolor, lo cual provocaba que no notara lo que sucedía.
Ella comenzó a caminar através de aquel extraño lugar y pronto se encontró atravesando largos túneles oscuros apenas iluminados por antorchas, una separada a gran distancia de otra.
Después de horas de caminar encontró la salida de ese lugar de torturas. Fuera había una fuerte lluvia, pero ella seguía sin ser consciente de sus acciones, así que prosiguió su camino. Aquella tormenta golpeaba sus mejillas con violentas gotas, una tras otra, hasta que varias comenzaron a rozar sus heridas, en ese momento la pequeña reaccionó y por fin fue consciente de su entorno, notó sus heridas y se aterrorizó por aquellas imágenes, su sangre seguía brotando mientras la lluvia apenas borraba un poco las marcas de ésta.
Ya invadida por el miedo corrió sin dirección alguna por las calles de Neo Pariga y cuál fue su sorpresa al llegar a la puerta de su casa, ésta estaba abierta y se dispuso a entrar.
Dentro se encontraba una manta colgada con la frase “Feliz cumpleaños Co”, pero la última parte era ilegible, cubierta por una gran mancha roja, esto hizo que la niña entrara nuevamente en pánico, por si no fuera poco debajo de la manta estaban los cuerpos de su madre y padre, ambos sin vida. Ella comenzó a llorar sin consuelo, gritó tan fuerte que su voz resonó por las calles de aquella oscura y fría ciudad.
La niña todavía no lograba tranquilizarse cuando descubrió un mensaje en la pared, éste estaba escrito con sangre: “No lo olvides, ahora me perteneces”, junto a una mano cortada con un cuchillo atravesándola. Ya no pudiendo soportarlo más, caminó lentamente y se desplomó al lado de sus padres fallecidos. Eso era demasiado nadie podría soportarlo, perderlo todo por una maldita ambición.
Ella observó a su padre y descubrió que sujetaba un portafolio, además de que no tenía una mano. Tras algo de esfuerzo le quitó el portafolio, intento abrirlo pero sus manos temblaban demasiado, se calmó un poco y consiguió abrirlo. Dentro se encontraba una cosa que ella anhelaba con todo su ser, cerró el portafolio y las lágrimas comenzaron a brotar, sus ojos estaban tan rojos por aquella tristeza que le ardía el sólo ver, giró el maletín y en una esquina se podía leer una frase con letras doradas: “Una nueva etapa comienza ahora, nunca te rindas Cori Platz”.
La niña, de nombre Cori, sorprendida por aquella frase se levantó, limpió un poco sus lágrimas y con el portafolio en su pecho salió de nuevo a la fría lluvia dispuesta a cumplir el ultimo mensaje de su padre.
Yo solo podía observar el sufrimiento de aquella niña, trate de acercármele pero todo se alejaba cada vez más, hasta que observé una luz blanca.

Cuando recuperé el conocimiento estaba sentado en el suelo sobre un estante de aquella extraña biblioteca. Ya recobrado de aquella trágica historia leí el epílogo:
“Desde ese día la vida de la pequeña Cori Platz no volvió a ser la misma. Sintió la soledad en su máxima expresión, sufrió del hambre de manera indescriptible y fue viva imagen del rechazo de la sociedad, pero ella nunca se rindió. Trata de seguir su vida y sobresalir teniendo siempre en mente, aquel último mensaje, aunque esa historia será para otra ocasión”.

20.6.09

Noches sangrientas


Por Héctor A. Hernández

En un lugar a 30 minutos de Londres, existía un castillo que había pertenecido al duque George Howard
Tenía tanto tiempo sin habitar que las esquinas estaban repletas de telarañas, los muebles bañados de polvo y las puertas de madera desechas por las lluvias constantes que azotaban la edificación.
A los alrededores estaba situado el panteón municipal, éste tenía mucho tiempo en servicio.
Una noche fría llegaron tres hermanos extranjeros, Luis de 18 años, Anna de 15 años y Jorge de 13 años, buscando asilo. Por azares del destino dieron con aquel lugar. Emocionados por el hecho de haber encontrado un refugio para pasar la noche, a paso veloz intentaron llegar.
Segundos después lo lograron, el mayor tocó delicadamente la puerta y lo intento hasta que se cansó.
De pronto el menor comentó: ¿Por qué no intentamos meternos a la fuerza?, tengo mucho frío, este lugar esta oscuro y muy tenebroso, me da miedo.
No estaba tan equivocado el pequeño, era una noche de menos tres grados centígrados, con vientos de 60 millas por hora de este a oeste, y el lugar estaba completamente solo.
El mayor consiguió ingresar al castillo deshabitado. Arreglaron como pudieron un pequeño espacio, suficiente como para pasar esa misteriosa noche.
Al día siguiente, una mañana fría que golpeaba con fuerza ese misterioso lugar, se escuchó un inmenso grito que sonaba en ascenso de manera impresionante, el cual provenía de la planta alta de ese lugar.
El mayor se percató del suceso y le cambió el aspecto tranquilo con el que había amanecido a un aspecto seco, frío y con miedo.
En unos instantes el piano de la casa empezó a tocar una música satánica que en el fondo, pero muy en el fondo de la canción, se percataba una voz que decía: “salgan de aquí, ustedes no pertenecen a este lugar, salgan, salgan, salgan”.
¡Pum! De un momento a otro terminó la música ensordecedora, los dos menores despertaron ante tal sonido.
–Qué fue lo que se escuchó–, preguntó el menor. Este no obtuvo respuesta, entonces notó que había pasado algo, y no muy bueno.
Pues cómo no lo iba a notar, el hermano mayor quedó idiotizado ante tales hechos, estaba sorprendido, asustado, aterrado.
Al ver a su hermano en muy mal estado corrió hacia el exterior de la casa, pero no pudo porque la puerta inexplicablemente se quedó atorada, era imposible abrirla. Al tratar y tratar de abrirla, una voz quebrada aterró al menor diciendo tres simples y sencillas palabras: “La pesadilla comenzó”.
En ese mismo instante apareció un vampiro con fina estampa y otras especies de monstruos no tan finos que decían: “No hicieron caso a nuestras peticiones, pagarán por eso”.
A la única hermana le cortaron la cabeza…
Al hermano menor lo castraron, le cortaron extremidades y pusieron sal en las heridas hasta que este muriera del dolor. Y al mayor...
–¡¡¡Mamá!!
–Qué pasó hijo, qué tienes.
–Tuve una pesadilla, fíjate que estábamos en Londres, en un castillo…

FIN

Pequeño gran viaje

Por Gerardo Mercado

En un pequeño pantano vivían diversos animales, entre ellos una pequeña rana que gozaba de chupar las rocas que había en éste.
Un día, al levantarse, se dirigió a realizar su pasatiempo preferido, pero al llegar quedó sorprendida por lo que no veía. En el pantano no estaba ninguna roca, ni siquiera una pequeña.
La rana estaba muy sorprendida, pero regresó a la calma y pensó en posibles razones por las que las rocas no estuvieran, hasta que recordó que sobre el pantano volaba una gran ave, así que la rana llegó a la conclusión de que ese pájaro enorme tenía sus rocas.

Ella tomó valor y se dirigió al nido del ave, cruzó los caminos de aquel pantano, los cuales conducían a una gran roca con forma puntiaguda. Detrás de éste se encontraba un hermoso lago cristalino, pero lo más importante eran los rumores que corrían sobre aquel bello paisaje, pues se decía que en ese lago habitaban extraños animales que nunca salían a la superficie.
La ranita conocía muy bien la historia y para evitarse problemas rodeó el lago, lo cual le tomó más del doble de tiempo del que se hubiera tardado nadando.
Paso el día y la noche llegó, la luna comenzaba a mostrarse frente a la cara de aquella aventurera sin que ella dejara de saltar ni un segundo, ella continuaba fiel a su misión. Por fin después de una corta —pero larga distancia para la rana— arribó al árbol donde se encontraba el nido del ave, que estaba reposando. El hogar de ésta estaba formado por varias ramas y rodeado de piedras. Ella dio un pequeño brinco que bastó para que la gran ave se percatara de su presencia. Sin dar ninguna señal el pájaro salió disparado con dirección a la rana, a la cual sujetó del estómago con sus grandes patas.
Después de algunos segundos los dos se encontraban en el aire, el pequeño animal se retorcía tratando de liberarse de su prisión, pero esto fue en vano pues la pata de su opresora era demasiado fuerte para que una pequeña rana se librara de ella tan fácilmente. Pasaron los segundos tal como si fueran horas, hasta que transcurrió lo peor. El ave tomó impulso y con todas sus fuerzas aventó a la pequeña aventurera, ella pasaba através del aire, el ruido era nulo, era ya seguro que iba a morir. La rana se dirigía a toda velocidad contra la roca puntiaguda, mientras el ave se retiraba a su nido.
Era algo raro, pensaba la rana, lo que tanto amaba y por lo que empezó su viaje ahora la iba a matar. Ella ya estaba preparada para su cruel final cuando algo extraño emergió del agua e interceptó a la rana antes de chocar.
La rana, con los ojos cerrados, no sentía dolor, al abrirlos vio a su alrededor pero no encontró nada extraño, hasta que se dio cuenta de que estaba dentro del agua. Extrañamente el agua tenía una forma rara que cambiaba con el aire. La rana se encontraba dentro del cuerpo del ser de agua, hasta que éste colocó al diminuto ser en tierra firme.
Después de colocarla en tierra el ser de agua golpeó la roca afilada partiéndola en miles de pedazos que cayeron sobre el pantano. Así, gracias al extraño ser, la rana pudo chupar nuevas rocas sobre su querido pantano.

18.6.09

Esto no se acaba...


Chicos del jueves:
Gracias lo que comprartimos en el taller durante este semestre.
Por favor manténganse al pendiente de este sitio ya que la pubilicación de sus textos no ha terminado. Asimismo los invito a consultar la página de la revista Luvina donde podrán leer más textos de otros compañeros de distintas prepas que pertenecen al programa Luvina Joven.
Terminen el libro y mándenme sus comentarios. No se olviden de pasarme aquellos escritos que quedaron pendientes.
Un gran abrazo.

* La imagen pertenece al libro "El increíble niño comelibros", de Oliver Jeffers, disponible en la librería del Fondo de Cultura Económica (Chapultepec, casi esquina López Cotilla), que hoy llega a sus 10 años de existencia en Guadalajara.

14.6.09

Nicole


Por Marlenne Glez. Quezada

Una familia acampaba en el bosque. la mamá había mandado a los dos niños a recoger un poco de leña para la fogata.
—No se vayan a alejar mucho del campamento—, les advirtió, un poco nerviosa de dejarlos ir solos, pero su esposo tenía razón, debía confiar en ellos un poco más.
Los dos pequeños eran unos gemelos traviesos y a pesar de ser tan idénticos por fuera, por dentro no se parecían en mucho. La niña, mayor por unos minutos, le temía a todo, a diferencia del niño quien no se asustaba con nada.
Cuando se encontraban buscando la leña, la pequeña empezó a llenarse de tanto miedo que no se dio cuenta de que se alejaba del campamento, y al momento de voltear su hermano ya no estaba.
Los pelos se le pusieron de punta, odiaba estar sola, lo único que se le ocurrió fue salir corriendo en la dirección que ella creía que venía. Nunca fue buena corredora y también era algo torpe por lo que daba tres o cuatro pasos y se caía, se levantaba y daba cuatro pasos y se volvía a caer, la tercera vez que se cayó alguien la ayudó a levantarse.
—¿Te encuentras bien?—. El señor aparentaba unos 30 años y tenía una mirada amable y una sonrisa perfecta.
—Sí—, contestó la niña, mientras miraba su cuerpo para ver si se había lastimado.
Por alguna razón todo el miedo y la desesperación que había sentido unos instantes atrás desaparecieron.
—¿Estás perdida?
Esta vez la niña sólo movió su cabeza de arriba para abajo, el miedo y la desesperación volvieron a ella.
—No te preocupes te ayudaré a encontrar a tu familia—, le dijo el señor mientras le limpiaba las lágrimas que empezaban a asomarse por sus ojos.
— ¿Cómo te llamas?
—Nicole.
—Tienes un bonito nombre.
Los dos caminaron un rato por el bosque hasta llegar a una pequeña cabaña.
—¿Dónde estamos?—, preguntó Nicole.
—Esta es mi casa, de aquí le hablarás por teléfono a tu mami para que venga por ti, ¿de acuerdo?
—Sí—. Nicole estaba feliz al lado de ese hombre y no sabía por qué.
La cabaña era muy bonita por dentro.
—¿Cómo te llamas?—, Nicole le preguntó mientras él la invitaba a sentarse.
—Damián—, contestó con una sonrisa mientras sentaba a la niña en una silla.
—¿Tienes sed?
—Sí.
Damián se dirigió a la cocina para traerle algo de tomar a Nicole, desde ahí le preguntó si se sabía el número de su mamá.
—Sí—, respondió la niña enseguida
—¿Cuál es?
—33 98-65-70-43
—Ok.
El señor salió con una jarra de limonada y dos vasos, los sirvió y le invitó uno a Nicole.
—¿Quieres dormir, te ves muy cansada?
—No, gracias.
—De acuerdo, espera aquí un poco iré a llamarle a tu mamá.
Tomó los vasos y la jarra para llevarlos a la cocina, después de haberlos dejado en el fregadero regresó para entrar a una habitación del otro lado de donde se encontraba Nicole.

Los padres de Nicole estaban muy preocupados al ver que sólo su hijo había regresado.
—¿Dónde está tu hermana?—, le preguntó su padre al niño.
—No lo sé—, respondió confundido
—Iré a buscarla—, los interrumpió la mamá quien también tenía miedo al bosque, pero debía hace algo, su pequeña hija estaba perdida, así que se adentro en él.

Damián se había tardado mucho en aquella habitación, y a Nicole le entró curiosidad, se acercó lentamente y abrió la puerta. El cuarto estaba vacío, tan sólo había un escritorio, algunas fotos colgadas en la pared y una puerta que daba al bosque. A la niña le daba miedo estar sola en aquel lugar, por lo que se asomó por la puerta creyendo que tal vez Damián estaba afuera hablando por teléfono por el celular con su madre.
El miedo volvió a invadirla cuando no vio a nadie fuera de la cabaña, un sonido dentro de ella hizo que Nicole saliera corriendo al bosque, esta vez no tropezó tanto, a cada paso que daba los arboles se separaban más y más entre ellos abriendo un camino por donde pudiera pasar, cuando la niña se dio cuenta, disminuyó su velocidad, todo eso le parecía muy extraño y le asustaba, al final del sendero había un brillo deslumbrante, la niña llena de curiosidad cruzó la cortina de luz donde encontró a unas hermosas mujeres bailando alrededor de una gran flor.
La música se detuvo inmediatamente, las mujeres dejaron de bailar y empezaron a acercarse a la pequeña Nicole.
—¿Quién eres?, ¿qué haces aquí?, ¿cómo llegaste?, ¿de dónde vienes? …—, todas empezaron a preguntar al mismo tiempo.
La cabeza de Nicole comenzó a dar vueltas, estaba demasiado confundida, su vista se volvió doble y cayó al piso desmayada.
Despertó en una cama llena de almohadas de diferentes colores y tamaños, al lado de ella se estaba una de las mujeres que había encontrado bailando. Era realmente hermosa tenía el cabello largo y negro, lo cual le hacía resaltar el azul de sus ojos.
—Por fin despertaste—, dijo al ver a la niña abrir los ojos, —¿te sientes mejor?—, le preguntó mientras le ayudaba a levantarse
—Sí—, le contestó mientas miraba la habitación
—¿Cómo te llamas?
—Nicole.
—Es un nombre muy extraño, jamás lo había escuchado—, hizo una pausa para ponerse de pie, —nos diste un gran susto, por un momento creímos que habías fallecido. Yo me llamo Fesile, pero puedes llamarme Fes—. La mujer la veía con mucha curiosidad, tanta que Nicole empezaba a sentirse incómoda por su mirada. —¿No eres una ninfa verdad?
—No—, a Nicole se le hizo muy extraña la pregunta.
—Lo sabía—, dijo contenta por tener la razón. —Pero, ¿si no eres una ninfa que eres?
—Una niña—. Esa respuesta fue la única que se le ocurrió a Nicole
—Supongo que es demasiado obvio, pero bueno, ¿Cómo es que una niña llegó hasta aquí?
—No lo sé—. Nicole empezó a llorar, quería regresar a su casa, quería estar con su mamá, con su papá y con su hermano.
—¿Qué pasó?—, preguntó extrañada al ver a la niña llorar.
—¡¡Quiero a mi mami!!—, gritó entre llantos.
—Ya no llores—, intentó consolarla sin éxito alguno, —ya sé—, se le había ocurrido una idea, —ven conmigo—, le dijo extendiéndole la mano. Nicole la tomó y salieron de la habitación.
La casa de Fesile constaba de un solo cuarto, dentro de una selva donde nunca paraba de llover. Al final de aquel lugar se encontraba el pequeño claro en el que Nicole había aparecido unos días atrás. Pero a diferencia de ese día esta vez estaba vacío, sin embargo bastó con que Fes tocara unas notas con su flauta para que se volviera a llenar de hermosas ninfas.
—Oigan, tengo que decirles algo—, dijo Fes en un intento por hacer que le hicieran caso.
—Silencio—, pidió la más bonita de todas y mágicamente se callaron. —Fesile nos ha llamado por una razón, así que les agradecería que pusieran atención unos segundos—, dijo cediéndole la palabra a Fes.
—Recuerdan la niña que apareció hace unos días y creímos que estaba muerta.
—Sí—, contestaron todas en coro.
—Bueno, resulta que está viva—, les informó la ninfa mientras daba un paso a un lado para que pudieran ver a Nicole que se escondía detrás de ella
—Hola pequeña, yo me llamo Alseide ¿y tú?—, la más bella de las ninfas esta vez se dirigía a la niña.
—Ni…Nicole.
—Por qué llorabas—, Alseide le preguntó al notar sus ojos hinchados y rojos.
—Porque quiere regresar con su mamá—, Fesile tuvo que responder en su lugar porque la pobre se había soltado a llorar otra vez.
—No llores niña—, la ninfa más alta de todas, de tez morena y ojos verdes trato de consolarla, —mi nombre es Balanos, no sé cómo puedes regresar a tu casa, pero si quieres yo puedo ser tu nueva madre—, le ofreció a la niña quien sólo se puso a llorar más fuerte.
—Ya viste lo que hiciste, ahora está llorando más fuerte—, le reclamó una pelirroja, —nena no llores yo soy Hesperis y te prometo que te ayudare a regresar—, sus palabras la ayudaron a tranquilizarse un poco.
—Pero qué podemos hacer _, preguntó Balanos y todas voltearon a ver a Alseide.
—No lo sé,
—Tengo una idea—, todas miraron a la rubia, no era muy de ella querer ayudar a extraños.
—Dinos Auloniade, cuál es tu idea—, Alseide le dio la palabra.
—Si de verdad desea regresar a casa quizá Naida pueda llevarla de vuelta.
—Tienes razón—, afirmó Hesperis para después preguntarle a Nicole, —¿deseas con todo tu corazón regresar a casa?
—Sí—, respondió feliz de que por fin podría regresar.
—Bueno entonces Auloniade te llevará a través de su campo hasta las cuevas de Antriades de ahí caminarás tú sola hasta el mar de Naida.
El hecho de pasar sola por unas cuevas le aterrorizaba, pero quería regresar con su mamá sin importar lo que le costara.

Damián vio salir corriendo a Nicole desde la azotea de la cabaña a donde se había subido para que su celular tuviera recepción para poder llamar a la madre de la niña.
Bajó lo más rápido que pudo e intentó alcanzarla, pero ya era demasiado tarde, la buscó todo el día hasta que empezó a obscurecer entonces regresó a su cabaña e intentó volver a llamar a la mamá de Nicole. La madre, quien había desistido también de su búsqueda más a fuerzas que por voluntad propia, esta vez sí alcanzo a oír su teléfono sonar, ella, Damián y los guardabosques se pusieron de acuerdo para empezar una búsqueda de rescate y encontrar a la niña lo antes posible.
Pasaron tres días y todavía no había respuesta de Nicole, los guardabosques se habían dado por vencidos y la madre culpaba a Damián de la desaparición de la niña, para quitarse un poco de la culpa que no la dejaba dormir por las noches.

Auloniade acompañó a Nicole a través de sus campos dorados como su cabello, con cada paso que daban Nicole se ponía más y más nerviosa al ver cómo las montañas se levantaban en el horizonte, obscuras e imponentes. El mundo maravilloso de música y ninfas se desvanecía a su espalda junto con el sol. A los pies de la montaña se abría una enorme cueva.
Auloniade le advirtió a Nicole antes de desaparecer con el viento:
—Del otro lado de la montaña se encuentran los mares de Naida, ella es la hada que te cumplirá tu deseo, pero la única forma de cruzar la montaña es a través de la cueva de Antriades, procura ir lo más silenciosamente para evitar despertarla, a pesar de ser una ninfa, tiene muy mal humor al levantarse y no sé de lo que es capaz si te ve en su propiedad, yo te acompañaría, pero si salgo de mis campos moriré.
Nicole estaba más asustada que nunca, las piernas le temblaban y tenía ganas de salir gritando, entró de puntitas a la cueva, estaba completamente obscuro no podía ver nada, así que tropezó con una roca, cayó al piso y se mordió la lengua para no gritar por el dolor de sus rodillas sangrando, el ruido de la caída no fue suficiente para levantar a la ninfa que vivía ahí, pero si bastó para despertar a los murciélagos dormidos. Nicole se tiró al suelo, le aterraban, con mucho trabajo resistió no gritar. Y no fue hasta que se fueron todos los animales que la niña pudo juntar el valor para seguir su travesía por ese lugar húmedo y tenebroso, se levantó lentamente y comenzó a caminar, la cueva se empezó a hacer cada vez más pequeña y comenzaron a aparecer telarañas por todos lados, cuando se paró para quitarse las telarañas de encima sintió algo pasar entre sus piernas, entonces no lo resistió más y gritó con todas sus fuerzas.
—¿Quién eres tú?—. Una voz tenue le llamaba detrás de ella. —¿Qué haces aquí?—. La voz se hacía más fuerte cada vez y Nicole corrió lo más rápido que pudo.
—¿A dónde crees que vas?—, la voz estaba furiosa, y la niña asustada no se fijó y chocó contra la pared de la cueva. No había salida, —te atrapé—, cantó la ninfa victoriosa al verla acorralada.
Nicole empezó a pedir auxilio y a pegarle a la pared, quería salir de ahí, estaba tan cerca del mar que podía escucharlo, podía olerlo. Antriades caminó lentamente hacía la niña, y cuando extendió la mano para tomarla del cabello ya era demasiado tarde, la pared se venció arrojando a la niña al mar.
—Te juro que algún día te atraparé mocosa—, le gritó enojada, pero Nicole ya no podía escucharla.
Ella y la pared se hundían en el mar, Nicole no sabía nadar y empezó a quedarse sin aire hasta perder la consciencia. Naida quien la había visto caer la llevó hasta su casa.
Cuando la niña despertó lo hizo en las piernas de una hermosa hada.
—¿Qué hace una niña tan pequeña como tu aquí?
Nicole empezó a llorar, —quiero ir a casa—, le pidió al hada, —las ninfas me dijeron que tú me llevarías a casa—.
—Calma, lo haré, pero primero debes dejar de llorar—. Naida le secó las lágrimas y la condujo hasta un pequeño charco en la esquina de la habitación. —Ahora sólo tienes que ver a través del agua y buscar en ella lo que deseas.
Nicole vio en el agua su rostro, tras él a su madre y la pequeña cabaña de Damián. Algo turbó el agua, la imagen se hizo borrosa y la niña se acercó para ver mejor, una mano salió del agua, la tomó de la cara y la arrastro dentro del charco. Naida sólo comenzó a reírse.

Algo le decía a Damián que tenía que hacer un último intento por encontrar una pista de la niña desaparecida, fue a la parte trasera de la cabaña y ahí la encontró tirada en el piso inconsciente, llamó a los guardabosques para que trajeran una ambulancia, la niña estuvo varias semanas en coma, cuando despertó no recordaba nada ni de antes ni después de haberse perdido en el bosque, los doctores llegaron a la conclusión de que su cerebro se había borrado a sí mismo por algún trauma que vivió en el bosque, su familia, a la que no reconocía, debía enseñarle todo de nuevo, desde cuál era su nombre, hasta el color del cielo.

------------------------------------
El texto pertenece a una dinámica que consistió en un sorteo de argumentos ideados por los mismos integrantes del taller. Cada autor debía desarrollarlo a su gusto y darle un final a la historia. El que le tocó a Marlenne fue el siguiente:

"Había una vez una niña que paseaba por el bosque con su hermanito pequeño, de repente el niño desaparece y ¡oh sorpresa!"

12.6.09

AVISO: ¿Van a ir?

Chicos de 'el lunes':
Omar me comentó que quizá estarían ocupados con sus trabajos finales. POR FAVOR. Avísenme oportunamente (no el mero lunes) si tendrán oportunidad de presentarse al taller. Algunas compañeras me confirmaron que tendrán examen en sus salón.
Gracias por su atención y buen fin de semana.

8.6.09

Pesadillas reales

Por Lilia G. Mancilla

Se escucharon unos pequeños pasitos que hacían crujir las hojas tiradas debido al otoño.

. . . .

Norma era una chica amante de la naturaleza que se encontraba de excursión. Dio un paseo por el bosque; de repente, unas finas gotas le rozaron la larga cabellera. A unos pocos metros, encontró una capilla de aspecto siniestro. Corrió hacia ese lugar para refugiarse de la terrible tormenta.
A pesar de que los relámpagos iluminaban todo el bosque, la capilla seguía en la penumbra. El único objeto brillante que se encontraba en ese sitio era una hermosa caja musical, fabricada de oro, lo cual le daba un aspecto demasiado viejo, de la época medieval.


Al poner atención detenidamente, descubrió que desprendía una dulce melodía. Se encontraba abierta. En el centro resaltaba una pequeña figura: un muchacho bailando solo como si su pareja fuera invisible o lo hubiera abandonado.
La jovencita se dejó llevar por la música y comenzó a bailar. Empezaba a sentirse exhausta y decidió dormir sobre el altar donde estaba la cajita musical.
Una brillante luz la hizo despertar; ésta provenía de uno de los vitrales de la capilla. Sabía que era muy tarde. Se levantó apresuradamente y cuando salió, vio un enorme castillo ubicado a cien metros de ahí… ¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado?
Comenzó a explotar todo el terreno. Para llegar a aquel castillo, debía atravesar un pequeño río que lo rodeaba. Había un lindo puente construido de fina madera y adornado de flores que desprendían un delicioso aroma. No apareció ningún animal. Era algo extraño.
El castillo era sumamente hermoso. De un estilo singular. Bello y tenebroso. Aparentemente, nadie lo habitaba. Totalmente desierto. Las habitaciones estaban cubiertas de polvo. Tenía una gran torre de donde salía la bella melodía de aquella caja musical. Quería saber qué había en ese lugar.
Las escaleras se le hacían infinitas. Empezaba a anochecer. Cuando abrió la gruesa puerta, vio algo sorprendente. Un chico bailaba al ritmo de la música. Se parecía al de la pequeña cajita. Él no se había percatado de Norma. Ella intentó acercarse un poco más.
La habitación se volvió obscura. El muchacho desapareció. En su lugar, apareció una figura; alguien que se cubría con una capa.
–Era hora de que llegaras... Norma–, dijo una voz cruel.
Ella recordó quien era. Una temible bruja que la había atormentado en sus sueños desde que era pequeña. La hechicera Marlene. Siempre la perseguía diciéndole que le robaría lo más preciado para ella.
–Bruja... Marlene.
–Me recuerdas, ¿cierto? Creí que te habías olvidado de mí.
–Cómo podría, si protagonizaste muchas de mis pesadillas.
–Tienes mucha razón, pero me da mucho gusto verte de nuevo.
–No puedo decir lo mismo...
Nunca había confiado en ella, aunque sólo viviera en sus sueños. Sabía que detrás de ese rostro inexpresivo se encontraba la maldad. Había hecho algo horrible.
–¿Qué le has hecho a ese pobre chico? Responde.
–El príncipe no quiso obedecerme. Así que comencé a perseguirte a ti. Tuve que encerrarlo en la cajita musical que encontraste.
–Una trampa... eres más astuta de lo que creí.
–Gracias. Y ahora, pienso arrebatarte eso que tanto necesito.
Se lanzó hacia ella. Rodaron por el piso. Norma sólo pensaba en cómo quitársela de encima y rescatar al noble príncipe, quien también se había presentado en sus sueños. Podría matarla, pero... ¿cómo?
Claro. Lo que necesitaba estaba en la capilla. La aventó contra la pared y empezó a correr rápidamente. Era muy ágil. La hechicera no podía alcanzarla.
Llegó a su destino y buscó desesperadamente lo que mataría a la bruja. Un pequeño cristal que se encontraba dentro de la caja musical. Al principio, no se había dado cuenta de su existencia, hasta que recordó la escena de la capilla.
La maldita hechicera se acercó a ella y trató de tomarla por el cuello, pero Norma fue más rápida. Le clavó el cristal de la luz eterna en el pecho, donde se encontraba su corazón.
La bruja comenzó a hacerse polvo. El fuerte viento se la llevó, sin dejar rastro alguno.
Cuando la joven dio vuelta se topó con el apuesto príncipe de la cajita musical. Ambos hicieron una reverencia y se tomaron de las manos. La música surgió y empezaron a danzar por toda la capilla. El amanecer iluminó el bosque... el inicio del día se adornó del trinar de las aves.

. . . .

Todos buscaban a Norma. Estaban desesperados. La tormenta había cesado. Lograron llegar a la capilla donde creían que estaría nuestra joven amiga. No había nada. Sólo una pequeña caja musical, hecha de oro, donde reposaban dos bailarines que danzaban al compás de la dulce melodía...

FIN


------------------------------------
El texto pertenece a una dinámica que consistió en un sorteo de argumentos ideados por los mismos integrantes del taller. Cada autor debía desarrollarlo a su gusto y darle un final a la historia. El que le tocó a Lilia fue el siguiente:

"La pequeña Norma es una amante de la naturaleza, un día se fue de excursión y de repente se encuentra con una pequeña capilla; entró, ya que estaba lloviendo y se da cuenta de que hay algo raro en el altar, se acerca y de repente aparece en un castillo".

7.6.09

A propósito de la novela que leemos...

Lo que dice Pennac en este derecho me libera de cierta culpa (tonta culpa) por disfrutar como cuando tenía 15 años de una lectura como Los vivos y los muertos. Si es buena o mala no es el caso, lo que sí es indiscutible es que tiene emocionalmente prendados a la mayoría.
Nos vemos mañana en la biblioteca.

Gustave Flaubert,
autor de 'Madame Bovary'.

6
El derecho al bovarismo
(enfermedad de transmisión textual)


Eso es, grosso modo, el bovarismo, la satisfacción inmediata y exclusiva de nuestras sensaciones: la imaginación brota, los nervios se agitan, el corazón se acelera, la adrenalina sube, se producen identificaciones por doquier, y el cerebro confunde (momentáneamente) lo cotidiano con lo novelesco.
Es nuestro primer estado colectivo de lector.
Delicioso.
Pero bastante pavoroso para el observador adulto que, casi siempre, se apresura a agitar un «buen título» bajo las narices del joven bovariano, gritando: —Bueno, supongo que Maupassant es «mejor», ¿no?
Calma…, no cedamos al bovarismo; digámonos que, a fin de cuentas, la propia Emma no era más que un personaje de novela, es decir, el producto de un determinismo en el que las causas sembradas por Gustave sólo engendraban los efectos —por verdaderos que fueran— deseados por Flaubert.
En otras palabras, no porque un joven coleccione novelas rosa acabará tragándose un cucharón de arsénico.
Forzarle la mano en esta fase de sus lecturas significa separarnos de ella renegando de nuestra propia adolescencia. Y también privarla del placer incomparable de desalojar mañana, y por sí misma, los estereotipos que, hoy, parecen arrojarla fuera de ella.
Es de sabios reconciliarnos con nuestra adolescencia; odiar, despreciar, negar o simplemente olvidar el adolescente que fuimos es en sí una actitud adolescente, una concepción de la adolescencia como enfermedad mortal.
De ahí la necesidad de acordarnos de nuestras primeras emociones de lectores, y de levantar un altarcito a nuestras antiguas lecturas. Incluidas las más «estúpidas». Desempeñan un papel inestimable: conmovernos de lo que fuimos riéndonos de lo que nos conmovía. No hay duda de que los muchachos y las muchachas que comparten nuestra vida ganan con ello en respeto y en ternura.
Y luego decirse también que el bovarismo es —junto con alguna más— la cosa mejor repartida del mundo: siempre la descubrimos en el otro. No es extraño que a la vez que vilipendiamos la estupidez de las lecturas adolescentes, colaboremos en el éxito de un escritor telegénico, del que nos burlaremos tan printo como haya pasado de moda. Las modas literarias se explican ampliamente por esta alternancia de nuestros entusiasmos iluminados y de nuestros repudios perspicaces.
Jamás crédulos, siempre lúcidos, pasamos el tiempo sucediéndonos a nosotros mismos, convencidos para siempre de que madame Bovary es el otro.
Emma debía compartir esta convicción.

Bibliografía:
PENNAC, Daniel, Como una novela, Anagrama Colección Argumentos, España, 11ª ed., 2006, 159-160 pp.

* La reproducción es usada para fines didácticos y su contenido es propiedad de su autor

4.6.09

My precious!

El Señor de los Anillos fue elegida por ustedes en la pasada encuesta como la mejor película hecha a partir de un texto literario, en este caso salido de la pluma de J.R.R. Tolkien.
Les dejo el tráiler de La Comunidad del Anillo para que se acuerden.


31.5.09

Uy, yo también leí 'Once Minutos'



5
El derecho a leer cualquier cosa*

A propósito del «gusto», algunos de mis alumnos sufren mucho cuando se encuentran delante del archiclásico tema de redacción: «¿Se puede hablar de buenas y de malas novelas?» Como bajo su apariencia de «yo no hago concesiones», son más bien amables, en lugar de abordar el aspecto literario del problema, lo tratan desde un punto de vista ético y sólo consideran la cuestión desde el ángulo de las libertades. De resultas, el conjunto de sus trabajos podría resumirse con esta fórmula: «No, no, uno tiene derecho a escribir de lo que quiera, y todos los gustos de los lectores son naturales, faltaría más!» Sí…, sí, sí…, posición totalmente honorable.
Que no impide que haya buenas y malas novelas. Se pueden citar nombres, se pueden dar pruebas.
Para ser breve, vayamos al grano: digamos que existe lo que llamaré una «literatura industrial» que se contenta con reproducir hasta la saciedad los mismos tipos de relatos, despacha estereotipos a granel, comercia con buenos sentimientos y sensaciones fuertes, se lanza sobe todos los pretextos ofrecidos por la actualidad para parir una ficción de circunstancias, se entrega a «estudios de mercado» para vender, según la «coyuntura», tal o cual tipo de «producto» que se supone excita a tal o cual categoría de lectores.
Sin lugar a dudas, malas novelas.
¿Por qué? Porque no dependen de la creación sino de la reproducción de «formas» preestablecidad, porque son una empresa de simplificación (es decir, de mentira), cuando la novela es arte de la verdad (es decir, de complejidad), porque al apelar a nuestro automatismo adormecen nuestra curiosidad, y finalmente, y sobre todo, porque el autor no se encuentra en ellas, así como tampoco la realidad que pretende describirnos.
En suma, una literatura del «prêt a disfrutar», hecha en moldes y que querría mantenernos en un molde.
No creamos que estas idioteces son un fenómeno reciente, vinculando a la industrialización del libro. En absoluto. La explotación de lo sensacional, de la órbita ingeniosa, del estremecimiento fácil en una frase sin autor no es cosa de ayer. Por citar únicamente dos ejemplos, tanto la novela de caballerías como, mucho tiempo después, el romanticismo, se empantanaron ahí. Y como no hay mal que por bien no venga, la reacción a esta literature desviada nos dio dos de las más hermosas novelas del mundo: Don Quijote y Madame Bovary.
Así pues, hay «buenas» y «malas» novelas.
Las más de las veces comenzamos a tropezarnos en nuestro camino con las segundas.
Y, caramba, tengo la sensación de haberlo pasado «formidablemente bien» cuando me tocó pasar por ellas. Tuve mucha suerte: nadie se burló de mí, ni pusieron los ojos en blanco, ni me trataron de cretino. Se limitaron a colocar a mi paso algunas «buenas» novelas cuidándose muy bien de prohibirme las demás.
A eso le llamo sabiduría.
Durante cierto tiempo, leemos indiscriminadamente las buenas y las malas, de la misma manera que no renunciamos de la noche a la mañana a nuestras lecturas infantiles. Todo se mezcla. Salimos de Guerra y paz para volver a sumergirnos en la Bibliothèque verte. Pasamos de la colección Harlequin (historias de médicos guapos y enfermeras entregadas) a Boris Pasternak y su Doctor Zhivago…, un medico guapo también y lara, ¡una enfermera de lo más entregado!
Y después, cierto día, vence Pasternak. Sin darnos cuenta nuestros deseos nos llevan a la frecuentación de los «buenos». Buscamos escritores, buscamos escrituras; se acabaron los meros compañeros de juegos, reclamamos camaradas del alma. La mera anécdota ya no nos basta. Ha llegado el momento de que pidamos a la novela algo más que la satisfacción inmediata y exclusiva de nuestras sensaciones.
Una de las grandes alegrías del «pedagogo» es –siempre que esté autorizada cualquier lectura– ver cómo un alumno cierra por su cuenta de un portazo la puerta a la fábrica Best-seller para subir a respirar a casa el amigo Balzac.


Bibliografía:
PENNAC, Daniel, Como una novela, Anagrama Colección Argumentos, España, 11ª ed., 2006, 156-157 pp.

* La reproducción es usada para fines didácticos y su contenido es propiedad de su autor.

28.5.09

Debería estar trabajando...



Justo acabo de llegar de la sesión del jueves.
A los miembros de los dos grupos, debo decirles que ha sido una semana muy grata para mí, en la que he disfrutado mucho de los placeres de la relectura, la lectura compartida y en voz alta.
Debería estar trabajando, pero como Raúl propuso hoy, quise comprartir con ustedes esto que estoy pensando y sientiendo mientras la euforia no cesa.
En vivo, hasta la siguiente semana.

21.5.09

La bruja en el espejo


Por Trino

Está nublado aquí, los cuervos rondan el lugar con su tenebroso graznido, no hay ni luna ni estrellas.
La tempestad se avecina, el viento anuncia la tormenta, los truenos retumban en los alrededores bajo la densa oscuridad de la noche.
Los muertos claman misericordia por medio de las copas de los árboles que hacen que resuenen sus voces, transformándolas en mudos e inteligibles ecos.
Está asustada, sola en una cabaña abandonada en medio del bosque, sus compañeros deben estar cenando junto a la chimenea. Pero ella no tenía que haber seguido a aquella mariposa negra, mas resistirse era prácticamente imposible, era tan hermosa, parecía tan inofensiva. Sus dedos entumidos por el frío le dolían, sentía un arrepentimiento tremendo por haberse separado del grupo, más aún con esa cosa suelta por el bosque.
Habían ido a buscar a aquella abominacion para matarla, su nombre era Mary Hopkins, y era una bruja. La chica de la cabaña, Ann Jacobs, había seguido aquella expedición de mercenarios por un agravio personal que le había hecho Mary: mató a su madre.
Ann sabía que la bruja Hopkins la mataría aquella noche, y así, esperando su muerte, pasaron las horas, entre el llanto y un repentino amor a la vida. Ese sentimiento había desaparecido junto con la vida de su madre, pero en ese momento se alzó en todo su apogeo.
Ann deambulaba por aquella cabaña fría e inmersa en impenetrables tinieblas, sollozando, con los ojos hinchados de tanto llorar, preguntándose por qué la vida la castigaba así, qué había hecho ella. ¿Era una fuerza suprema la que la había castigado por intentar vengarse? No podría ser, en ese caso todos los de su grupo estarían ahí, o en situaciones similares.
Ann no tenía tiempo de ponderar estas situaciones, estaba demasiado ocupada rezando todas las oraciones que conocía, pero esto no la tranquilizaba en absoluto.
El lúgubre canto de un búho puso sus nervios de punta, después escuchó pasos alrededor de la cabaña.
Sintió que alguien subía por los escalones de madera podrida y se detenía en el umbral de la puerta apoyando sus manos, estaba al filo del terror.
Instantes después el vidrio de la ventana se rompió súbitamente produciendo un estruendo insufrible en esas condiciones, no lo pudo soportar un segundo más y salió de aquel lugar de locos.
En su carrera entre la lluvia tropezó con una lápida, en ese momento una nube se apartó y dejó caer un rayo de luz de luna con el cual pudo leer en la lápida “Mary Hopkins, 1615-1638”. Eso era más que extraño, porque corría el año de 1826. No importándole siguió corriendo movida por el pánico, y se interno en el bosque.
De pronto algunos lobos comenzaron a seguirla, la acorralaron contra una pared de roca y se convirtieron en sombras de hombres encapuchados armados con espadas. Sin embargo, cuando uno intento tocarla se desvanacieron completamente.
La joven siguió corriendo y, a mediados del bosque, encontró a Mary Hopkins flotando , con los ojos cerrados , iba desnuda con el cabello suelto, y tenía tatuajes tribales en todo su cuerpo, dio media vuelta y apareció de nuevo, las imágenes de Mary la rodearon.

Entonces se incorporó en su lecho gritando, estaba en su habitación, todo había sido un mal sueño. Su madre acudió a ver qué ocurría y Ann la tranquilizó contándole que había sido una pesadilla.
Sintió que tenía unas gandes ojeras, se acercó al espejo con la vela encendida para comprobarlo, y con gran sorpresa notó que envejecía súbitamente, después su piel arrugada se derretía, un rayo iluminó la habitación y en el espejo apareció la imagen de Mary Hopkins con la cara blanca, los ojos rojos y grandes colmillos.
Ann cayó fulminada, alrededor de su cabeza se formó un charco de sangre, Mary pasó por afuera de la habitación, hechó un vistazo indferente y desapareció con gracioso andar entre la lluvia y las tinieblas de la noche.

20.5.09

Anuncio comiquero


Francamente apenas me siento atraída al mundo de los cómics, y me falta mucho por conocer. Sin embargo, sé que algunos de ustedes son fans y hasta tienen blogs respecto al tema (hooola, Lilia), por lo que les paso el enlace a la página de ConComics 2009, que será este fin de semana en Expo Guadalajara. Además de concursos de cosplay — en los que osados adultos participan disfrazados como personajes de alguna serie, cómic o película—, habrá talleres, venta de artículos, conferencias y estará un señor mayor que hace mucho tiempo la hizo de Darth Vader en las primeras de La Guerra de las Galaxias, se llama Dave Prowse, y dice la página que es el máximo representante del Imperio, ¡ámonos! Se me hace que yo sí voy a ir.

17.5.09

La ganadora: Drácula

Les dejo un fragmento de la película que obtuvo más votos en la encuesta anterior: ¿Cuál es la mejor película sobre vampiros?

Y volver, volver, vooooolver...

4
El derecho a releer*

Releer lo que me había ahuyentado una primera vez, releer sin saltarme un párrafo, releer desde otro ángulo, releer por comprobación, sí… nos concedemos todos estos derechos.
Pero sobre todo releemos gratuitamente, por el placer de la repetición, la alegría de los reencuentros, la comprobación de la intimidad.
«Más, más», decía el niño que fuimos… Nuestras relecturas de adultos participan de ese deseo: encantarnos con los que permanece, y encontrarlo en cada ocasión tan rico en nuevos deslumbramientos.

Bibliografía:
PENNAC, Daniel, Como una novela, Anagrama Colección Argumentos, España, 11ª ed., 2006, 152-154 pp.

* La reproducción es usada para fines didácticos y su contenido es propiedad de su autor.




Yo releo 'Rayuela', ¿y ustedes?

8.5.09

¿Cosa del diablo?


La última sesión del taller, el jueves 23 de abril, leímos las minificciones de José Luis Zárate que se agrupan en el número 44 de la revista Luvina bajo el nombre Apocalipsis 13. La mayoría nos hizo reflexionar por medio del humor, mientras que otras, en un tono más serio, pusieron a trabajar nuestra imaginación.

Desafortunadamente las sesiones se interrumpieron. Las clases en todas las escuelas están en pausa debido a la amenaza cierto virus. El caso es que, no se ustedes, pero a mí la idea no deja de rondarme por la cabeza: el taller se ha convertido en cosa muy importante para mí, un motivo doble (por la sesión del lunes y la del jueves) de sobrellevar la semana. Me sentí como el niño que rompe su juguete... un tanto cerca del fin del mundo. Ja. Qué drama. ¿Nimiedades? Espero verlos muy pronto.

Para quienes no han leído el texto que menciono, aquí les dejo la liga a Luvina.
Si no se acuerdan cómo llegar a la Hemeroteca, en otra entrada les puse un "paso a paso".

2.5.09

Ellos dicen sobre 'el libro" (parte 2)


“Libro: es una forma de estar viendo la vida de otra persona y de poder conocer lugares nuevos, también una forma de entretenimiento”.
Andrés Meraz, 2º C

“Libro: es un maestro que sobre su blanco cuerpo posee el conocimiento escrito, por ahora este maestro cierra sus páginas.
También puede ser un amigo o un enemigo, tiene la capacidad de ser lo que tu quieras y los puedes interpretar según tu perspectiva del mundo”.
Silvia E. Castallanos, 2º C

“Es un medio por el que entras a otro lugar y momento. Te involucras en el texto dependiendo de qué tanto te identifiques con la historia, puedes entener lo que pasa en la mente del autor y en su vida”.
Alida Arreola, 2º C

“Libro: Para mí es entrar en otro mundo y escapar de la realidad, entrar en un personaje, involucrarte en la historia, y sentirte acompañado por el autor o por el personaje principal.
También estimula a la imaginación, a creer en seres fantásticos, y en muchas ocasiones ayuda a ver la realidad de otra manera, y a tomar más importancia a las cosas simples”.
Karla Y. Lira, 2º C


“Escrito en tinta negra tus jornadas y relatos de tu amada, cuentos fascinantes en historias entrelazadas. Cruzando el umbral ardiente, yace tu esencia dorada. 1.2.3.”
Raúl I. Mendoza, 2º C

“Para mí el libro es como la gente, hasta que no la conoces, no puedes saber si te cae bien o mal y qué te gusta de ella”.
Daniel E. Ayala, 2º C

“(El libro) es una manera de olvidar el mundo y experimentar diversas sensaciones, algunas apegadas a la realidad, otras con un tema fantasioso, pero con un mismo propósito, entretener al lector”.
Héctor A. Hernández, 2º C

“(El libro) es un conjunto de ideas que el escritor redacta sus sentimientos, emociones y el poder transmitírselas al lector a través del texto”.
Andrés Muñoz, 2º C


“Para mí el libro es como la mejor pastilla para dormir, no, no es cierto. En el buen sentido, me refiero a que después de leer se siente gran satisfacción, tranquilidad y relajación. También leer un libro te hace sentir diversas emociones, ya sean de horror, felicidad, tristeza, apatía, etcétera. Aunque en algunos casos te ayuda a aclarar muchas dudas. También lo veo como una forma de entretenerse y pasarla cool, ajuaaa!!”.
Jocelyn M. Gómez, 2º C

“Los libros son un medio por el cual la persona se puede apartar de la realidad, entrar a mundos fantásticos donde cada libro es un mundo totalmente diferente que te hace vivir una gran experiencia y provocarte sentimientos diversos”.
J. Gerardo Mercado, 5º C

“Es el pase a un mundo nuevo, es un medio de transporte, es la forma de escapar del mundo real, es la forma de matar el tiempo, dándole sabor a cada minuto de la vida, querer vivir por siempre en él”.
Yara B. Macías 2º C



Un libro es el inicio de todo, el que te transporta a otro lugar o a vivir tu misma experiencia, distinta en cada una con diferentes emociones, sueños e ilusiones.
El libro fascinante más que el sol
más que la luna, más que el amor
más que mar, más que un lindo color
por que un libro es toda una ilusión”.
Jessica E. Zaragoza, 2º C

“(El libro) es una historia, un cuento, un relato que se puede escribir en una serie de páginas en las que se desenvuelve el escritor sobre el tema que sea de su interés y transmite su mensaje a los lectores que desean enriquecer sus sentimientos o cultura”.
Mary C. Aldana, 2º C

26.4.09

Ellos dicen sobre 'el libro' (parte 1)



La semana pasada, a propósito del Día Mundial del Libro, surgieron diversas opiniones dentro de los talleres en la prepa 13. Aquí las ideas de quienes participan en la sesión de los lunes.

“Para mí un libro es un escape de la realidad”.
Marlenne González, 2º B

“Para mí un libro es la fantasía que te gustaría vivir”.
V. Paola Romero, 2º B

“Un libro hace que cualquier hecho, por insignificante o irreal que sea, se concentre en tu cabeza y nunca se te puede olvidar”.
Lilia Mancilla, 2º B




“Un libro puede ser las cosas que pueden pasar en la vida o ya sea fantasioso”.
Esmeralda Vela, 3º B

“Es un relato sobre cosas reales o de fantasía”.
Andrea López, 3º B



“El libro puede ser un cuento, un relato, una fantasía. El libro los puede relatar sobre hechos. El libro los puede contar para que nunca pueda salir de tu cabeza”.
Monserrat Domínguez, 3º B




“Que haga aprender un poco más sobre las lecturas y querer leer, porque a veces dicen que es aburrido, pero con poco tiempo que le dediques te va a gustar”.
Omar Hernández




“El libro, en él podemos encontrar o plasmar varias cosas como narrativa o cosas fantásticas, sucesos que ocurren en esta vida”.
Isalia Cadena

“Para mí un libro es algo para distraerte, pero también se me hace como para las personas que no tienen nada que hacer”.
Miguel A. Medina

19.4.09

Darse el tiempo...

3
El derecho a no terminar un libro*

Hay treinta y seis mil motivos para abandonar una novela antes del final: la sensación de ya leída, una historia que no nos engancha, nuestra desaprobación total a las tesis del autor, un estilo que nos pone lo pelos de punta, o por el contrario, una ausencia de escritura que no es compensada por ninguna razón de seguir adelante… Inútil enumerar las 35,995 restantes, entre las cuales hay que colocar sin embargo la caries dental, las presecuciones de nuestro jefe de oficina o un seismo amoroso que petrifica nuestra cabeza.
¿El libro se nos cae de las manos?
Que se caiga.
Al fin y al cabo no todo el mundo puede ser Montesquieu para ofrecerse por encargo al consuelo de una hora de lectura.
Sin embargo, entre todas las razones que tenemos para abandonar una lectura, hay una que merece cierta reflexión: el vago sentimiento de una derrota. He abierto, he leído, y no he tardado en sentirme sumergido por algo que notaba más fuerte que yo. He concentrado mis neuronas, me he peleado con el texto, pero imposible, por más que tenga la sensación de que lo que está escrito allí merece ser leído, no entiendo nada —o tan poco que es igual a nada—, noto una «extrañeza» que me resulta impenetrable.
Lo dejo estar.


Marilyn y 'Ulises" de James Joyce (abajo).


O, mejor dicho, lo dejo a un lado. Lo coloco en mi biblioteca con la vaga intención de insistir algún día. El Petesburgo de Andrei Biely, Joyce y su Ulises, Bajo el volcán de Malcm Lowry, me han esperado durante años. Hay otros que me siguen esperando, algunos de los cuales probablemente no recuperaré jamás. No es un drama, así es la vida. La noción de «madurez» es algo extraño en materia de lectura. Hasta una determinada edad, no tenemos edad para determinadas lecturas, de acuerdo. Pero, contrariamente a las buenas botellas, los buenos libros no envejecen. Nos aguardan en nuestros estantes y somos nosotros quienes envejecemos. Cuando nos creemos suficientemente «maduros» para leerlos, los abordamos de nuevo. Entonces, una de dos: o se produce el encuentro, o es un nuevo fiasco. Es posible que lo intentemos una vez más, quizá no. pero está claro que no es culpa de Thomas Mann que yo no haya podido, hasta ahora, alcanzar la cumbre de su Montaña mágica.
La gran novela que se nos resiste no es necesariamente más difícil que otra…, existe entre ella —por grande que sea— y nosotros —por aptos para «entenderla» que nos estimemos— una reacción química que no funciona. Un buen día simpatizamos con la obra de Borges que hasta entonces nos mantenía a distancia, pero pertenecemos toda nuestra vida aislados de la de Musil…

Jorge Luis Borges (abajo).



Entonces tenemos dos opciones: o pensar que es culpa nuestra, que nos falta una casilla, que albergamos una parte irreductible de estupidez, o hurgar del lado de la noción muy controvertida de gusto e intentar establecer el mapa de los nuestros.
Es prudente recomendar a nuestros hijos esta segunda solución.
Y más aún cuando puede ofrecer un placer excepcional: releer entendiendo al fin por qué no nos gusta. Y otro placer excepcional: escuchar sin emoción al pedante de turno berrearnos al oído:
—Pero ¿cóooomo es posible que no le guste Stendhaaaaaal?
Es posible.


Bibliografía:

PENNAC, Daniel, Como una novela, Anagrama Colección Argumentos, España, 11ª ed., 2006, 152-154 pp.

* La reproducción es usada para fines didácticos y su contenido es propiedad de su autor.

14.4.09

Luvina.com paso a paso

Para los que se preguntaban cómo entrar a la página de Luvina en internet, aquí les pongo un paso a paso con imágenes para que esta vez no se pierdan.
Ahí podrán encontrar los textos de la revista que hemos leído así como escritos de otros compañeros de diferentes prepas de UdeG que, como ustedes, participan en los talleres de Luvina Joven.
Cualquier duda, ya saben, por este medio o en el taller.

1. Ingresa a www.luvina.com.mx
En la portada podrás ver el número más reciente de la revista y varias ligas a otras secciones en la web como Textos, Luvinaria, Luvina Joven, Hemeroteca y más.


2. Da click en la portada.
Para ver la edición de Letras al Aire da click en la portada que está a la izquierda. Accederás al formato PDF. Si dan click en Textos, verás el indice de contenidos.



3. Textos en Foros.
Dando click en cada una de las ligas que aparecen en el índice anterior, podrás acceder a los textos en el apartado de Foros.



4. Consulta la Hemeroteca.
Si en la portada de la página das click en Hemeroteca, entrarás al archivo digital de la revista.


Por ejemplo, ahí, al dar click en el número de El Pulso de la Ira, accederás al formato PDF.


5. Tu espacio: Luvina Joven.
Ahí podrás disfrutar de los textos de otros compañeros que también forman parte de los talleres en distintas prepas de UdeG.



6.Elige a un personaje.
Da clik sobre alguno de los escritores y accede a distinta información relacionada con los talleres, desde textos hasta imágenes.



7. Deja tus comentarios.
Cada uno de los textos tiene espacio para que incluyas un comentario.

13.4.09

Lo confieso: me salto páginas

2
El derecho a saltarse las páginas*

Leí Guerra y paz por primera vez a los doce o trece años (más bien trece, estaba en quinto y nada adelantado). Desde el comienzo de las vacaciones, las de verano, veía a mi hermano (el mismo de Vinieron las lluvias) enfrascado en una enorme novela, y su mirada se volvía tan lejana como la del explorador que desde hace muchísimo tiempo ha perdido la noción de su tierra natal.
— ¿Es muy bueno?
— ¡Formidable!
— ¿Qué explica?
— La historia de una chica que quiere a un tipo y se casa con un tercero.
Mi hermano siempre ha poseído el don de los resúmenes. Si los editores lo contrataran para redactar sus «contraportadas» (esas patéticas exhortaciones a leer que aparecen en el dorso de los libros), nos ahorraría muchísimos camelos.
— ¿Me lo prestas?
— Te lo doy.
Yo estudiaba interno, era un regalo inestimable. Dos grandes tomos que me mantendrían en calor durante todo el trimestre. Cinco años mayor que yo, mi hermano no era completamente idiota (y tampoco lo es ahora) sabía perfectamente que Guerra y paz, no podía ser reducido a una historia de amor por bien montada que estuviera. Sólo que conocía mi predilección por la pasiones sentimentales, y sabía excitar mi curiosidad con la formulación enigmática de sus resúmenes. (Un «pedagogo», en mi opinión). Creo que fue el misterio aritmético de su frase lo que me hizo cambiar temporalmente mis Bibliotheque verte, rouge et or, y demás Signes de piste para arrojarme a esa novela. «Una chica que quiere a un tipo y que se casa con un tercero»…, no veo cómo habría podido resistirme. En realidad, no me sentí decepcionado, aunque se hubiera equivocado en su cálculo. En la práctica, éramos cuatro los que amábamos a Natacha: el príncipe Andrés, aquel golfo de Anatole (pero ¿podía llamarse aquello amor?), Pedro Bezujov y yo. Como yo no tenía ninguna posibilidad, tuve que «identificarme» con los demás. (Pero no con Anatole, ¡un auténtico cerdo!)
Lectura mucho más deliciosa en la medida en que se desarrolló de noche, a la luz de la linterna de bolsillo, y debajo de mis mantas plantadas como una tienda en medio de un dormitorio de cincuenta soñadores, roncadores y demás patanes. La tienda del vigilante donde crepitaba la lamparilla estaba muy cerca, pero daba igual, en amor siempre es el todo por el todo. Todavía siento el grosor y el peso de aquello volúmenes en mis mano. Era la versión de bolsillo, con la cara de Audrey Hepburn que miraba a un principesco Mel Ferrer con los pesados párpados de un rapaz enamorado. Me salté tres cuartas parte del libro para interesarme únicamente por el corazón de Natacha. Me compadecí de Anatole, de todos modos, cuendo le amputaron la pierna, maldije al estúpido del príncipe Andrés por quedarse de pir delante de aquella bala de cañón, en la batalla de Borodino… («Pero échate, por Dios, échate al suelo, va a estallar, no puedes hacerle eso, ¡ella te ama!»)… Me interesé por el amor y por las batallas y me salté los asuntos de política y de estrategia… Como las teoría de Clausewitz quedaban muy por encima de mis entendederas, lo confieso me salté las teorías de Clausewitz… Seguí muy de cerca los sinsabores conyugales de Pedro Bezojuv y su mujer Helena («antipática», la encontraba realmente «antipática»…) y dejé a solas a Tolstoi disertando sobre los problemas agrarios de la Rusia eterna.
Me salté páginas, vaya.
Y todos los chiquillos deberían hacer lo mismo.
Mediante ello podrían regalarse muy pronto con casi todas las maravillas consideradas incaccesibles para su edad.
Si tienen ganas de leer Moby Dick pero se desaniman ante las disquisiciones de Melville sobre el material y las técnicas de caza de la ballena, no es preciso que renuncien a su lectura sino que se las salten, que salten por encima de esas páginas y persigan a Achab sin preocuparse del resto, ¡de la misma manera que él persigue a su blanca razón de vivir y de morir! Si quieren conocer a Iván, Dimitri, Aliocha Karamasov y su increíble padre, que abran y que lean Los hermanos Karamasov, es para ellos, aunque tengan que saltarse el testamento del starets Zósimo o la leyenda del Gran Inquisidor.
Un gran peligro les acecha sino deciden por sí mismos lo que éstá a su alcance saltándose las páginas que elijan: otros lo harán en su lugar. Se apoderarán de las grandes tijeras de la imbecilidad y cortarán todo lo que consideren demasiado «difícil» para ellos. Eso da unos resultados terribles. Moby Dick o Los miserables reducidos a unos resúmenes de 150 páginas, mutilados, destrozados, desmedrados, momificados, ¡reescritos para ellos en una lengua famélica que se supone que es la suya! Algo así como si yo me pusiera a dibujar de nuevo Guernica bajo el pretexto de que Picasso metió allí demasiados brochazos para un ojo de doce o trece años.
Y luego, incluso cuando somos «mayores», y aunque nos repugne confesarlo, también nos seguimos «saltando páginas», por unas razones que sólo nos conciernen a nosotros y al libro que leemos. También puede ser que nos lo prohibamos por completo, que leamos todo hasta la última palabra, estimando que aquí el autor se extiende demasiado, que aquí se permite un solo de flauta pasablemente gratuito, que en tal lugar cae en la repetición y en tal otro en la idiotez. Digamos lo que digamos, este testarudo aburrimiento que entonces nos imponemos no corresponde al orden del deber, es una categoría de nuestro placer de lector.

-------------------------------------------------
¿Ustedes de qué libro se han saltado páginas?
Yo confieso —con repugnancia, como dice Pennac— que me salté del Amadis de Gaula. Lo teníamos que terminar para un exámen en la carrera, sin embargo, es una de las historias de caballería que con más placer recuerdo.

Espero sus comentarios en este espacio o la próxima semana en el taller.


1. TOLSTOI: autor de Guerra y Paz.



2. MELVILLE: autor de Moby Dick.


3. DOSTOYEVSKI: autor de Los hermanos Karamasov.



Bibliografía:

PENNAC, Daniel, Como una novela, Anagrama Colección Argumentos, España, 11ª ed., 2006, 148-151 pp.

* La reproducción es usada para fines didácticos y su contenido es propiedad de su autor.