20.6.09

Pequeño gran viaje

Por Gerardo Mercado

En un pequeño pantano vivían diversos animales, entre ellos una pequeña rana que gozaba de chupar las rocas que había en éste.
Un día, al levantarse, se dirigió a realizar su pasatiempo preferido, pero al llegar quedó sorprendida por lo que no veía. En el pantano no estaba ninguna roca, ni siquiera una pequeña.
La rana estaba muy sorprendida, pero regresó a la calma y pensó en posibles razones por las que las rocas no estuvieran, hasta que recordó que sobre el pantano volaba una gran ave, así que la rana llegó a la conclusión de que ese pájaro enorme tenía sus rocas.

Ella tomó valor y se dirigió al nido del ave, cruzó los caminos de aquel pantano, los cuales conducían a una gran roca con forma puntiaguda. Detrás de éste se encontraba un hermoso lago cristalino, pero lo más importante eran los rumores que corrían sobre aquel bello paisaje, pues se decía que en ese lago habitaban extraños animales que nunca salían a la superficie.
La ranita conocía muy bien la historia y para evitarse problemas rodeó el lago, lo cual le tomó más del doble de tiempo del que se hubiera tardado nadando.
Paso el día y la noche llegó, la luna comenzaba a mostrarse frente a la cara de aquella aventurera sin que ella dejara de saltar ni un segundo, ella continuaba fiel a su misión. Por fin después de una corta —pero larga distancia para la rana— arribó al árbol donde se encontraba el nido del ave, que estaba reposando. El hogar de ésta estaba formado por varias ramas y rodeado de piedras. Ella dio un pequeño brinco que bastó para que la gran ave se percatara de su presencia. Sin dar ninguna señal el pájaro salió disparado con dirección a la rana, a la cual sujetó del estómago con sus grandes patas.
Después de algunos segundos los dos se encontraban en el aire, el pequeño animal se retorcía tratando de liberarse de su prisión, pero esto fue en vano pues la pata de su opresora era demasiado fuerte para que una pequeña rana se librara de ella tan fácilmente. Pasaron los segundos tal como si fueran horas, hasta que transcurrió lo peor. El ave tomó impulso y con todas sus fuerzas aventó a la pequeña aventurera, ella pasaba através del aire, el ruido era nulo, era ya seguro que iba a morir. La rana se dirigía a toda velocidad contra la roca puntiaguda, mientras el ave se retiraba a su nido.
Era algo raro, pensaba la rana, lo que tanto amaba y por lo que empezó su viaje ahora la iba a matar. Ella ya estaba preparada para su cruel final cuando algo extraño emergió del agua e interceptó a la rana antes de chocar.
La rana, con los ojos cerrados, no sentía dolor, al abrirlos vio a su alrededor pero no encontró nada extraño, hasta que se dio cuenta de que estaba dentro del agua. Extrañamente el agua tenía una forma rara que cambiaba con el aire. La rana se encontraba dentro del cuerpo del ser de agua, hasta que éste colocó al diminuto ser en tierra firme.
Después de colocarla en tierra el ser de agua golpeó la roca afilada partiéndola en miles de pedazos que cayeron sobre el pantano. Así, gracias al extraño ser, la rana pudo chupar nuevas rocas sobre su querido pantano.

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