20.6.09

Noches sangrientas


Por Héctor A. Hernández

En un lugar a 30 minutos de Londres, existía un castillo que había pertenecido al duque George Howard
Tenía tanto tiempo sin habitar que las esquinas estaban repletas de telarañas, los muebles bañados de polvo y las puertas de madera desechas por las lluvias constantes que azotaban la edificación.
A los alrededores estaba situado el panteón municipal, éste tenía mucho tiempo en servicio.
Una noche fría llegaron tres hermanos extranjeros, Luis de 18 años, Anna de 15 años y Jorge de 13 años, buscando asilo. Por azares del destino dieron con aquel lugar. Emocionados por el hecho de haber encontrado un refugio para pasar la noche, a paso veloz intentaron llegar.
Segundos después lo lograron, el mayor tocó delicadamente la puerta y lo intento hasta que se cansó.
De pronto el menor comentó: ¿Por qué no intentamos meternos a la fuerza?, tengo mucho frío, este lugar esta oscuro y muy tenebroso, me da miedo.
No estaba tan equivocado el pequeño, era una noche de menos tres grados centígrados, con vientos de 60 millas por hora de este a oeste, y el lugar estaba completamente solo.
El mayor consiguió ingresar al castillo deshabitado. Arreglaron como pudieron un pequeño espacio, suficiente como para pasar esa misteriosa noche.
Al día siguiente, una mañana fría que golpeaba con fuerza ese misterioso lugar, se escuchó un inmenso grito que sonaba en ascenso de manera impresionante, el cual provenía de la planta alta de ese lugar.
El mayor se percató del suceso y le cambió el aspecto tranquilo con el que había amanecido a un aspecto seco, frío y con miedo.
En unos instantes el piano de la casa empezó a tocar una música satánica que en el fondo, pero muy en el fondo de la canción, se percataba una voz que decía: “salgan de aquí, ustedes no pertenecen a este lugar, salgan, salgan, salgan”.
¡Pum! De un momento a otro terminó la música ensordecedora, los dos menores despertaron ante tal sonido.
–Qué fue lo que se escuchó–, preguntó el menor. Este no obtuvo respuesta, entonces notó que había pasado algo, y no muy bueno.
Pues cómo no lo iba a notar, el hermano mayor quedó idiotizado ante tales hechos, estaba sorprendido, asustado, aterrado.
Al ver a su hermano en muy mal estado corrió hacia el exterior de la casa, pero no pudo porque la puerta inexplicablemente se quedó atorada, era imposible abrirla. Al tratar y tratar de abrirla, una voz quebrada aterró al menor diciendo tres simples y sencillas palabras: “La pesadilla comenzó”.
En ese mismo instante apareció un vampiro con fina estampa y otras especies de monstruos no tan finos que decían: “No hicieron caso a nuestras peticiones, pagarán por eso”.
A la única hermana le cortaron la cabeza…
Al hermano menor lo castraron, le cortaron extremidades y pusieron sal en las heridas hasta que este muriera del dolor. Y al mayor...
–¡¡¡Mamá!!
–Qué pasó hijo, qué tienes.
–Tuve una pesadilla, fíjate que estábamos en Londres, en un castillo…

FIN

Pequeño gran viaje

Por Gerardo Mercado

En un pequeño pantano vivían diversos animales, entre ellos una pequeña rana que gozaba de chupar las rocas que había en éste.
Un día, al levantarse, se dirigió a realizar su pasatiempo preferido, pero al llegar quedó sorprendida por lo que no veía. En el pantano no estaba ninguna roca, ni siquiera una pequeña.
La rana estaba muy sorprendida, pero regresó a la calma y pensó en posibles razones por las que las rocas no estuvieran, hasta que recordó que sobre el pantano volaba una gran ave, así que la rana llegó a la conclusión de que ese pájaro enorme tenía sus rocas.

Ella tomó valor y se dirigió al nido del ave, cruzó los caminos de aquel pantano, los cuales conducían a una gran roca con forma puntiaguda. Detrás de éste se encontraba un hermoso lago cristalino, pero lo más importante eran los rumores que corrían sobre aquel bello paisaje, pues se decía que en ese lago habitaban extraños animales que nunca salían a la superficie.
La ranita conocía muy bien la historia y para evitarse problemas rodeó el lago, lo cual le tomó más del doble de tiempo del que se hubiera tardado nadando.
Paso el día y la noche llegó, la luna comenzaba a mostrarse frente a la cara de aquella aventurera sin que ella dejara de saltar ni un segundo, ella continuaba fiel a su misión. Por fin después de una corta —pero larga distancia para la rana— arribó al árbol donde se encontraba el nido del ave, que estaba reposando. El hogar de ésta estaba formado por varias ramas y rodeado de piedras. Ella dio un pequeño brinco que bastó para que la gran ave se percatara de su presencia. Sin dar ninguna señal el pájaro salió disparado con dirección a la rana, a la cual sujetó del estómago con sus grandes patas.
Después de algunos segundos los dos se encontraban en el aire, el pequeño animal se retorcía tratando de liberarse de su prisión, pero esto fue en vano pues la pata de su opresora era demasiado fuerte para que una pequeña rana se librara de ella tan fácilmente. Pasaron los segundos tal como si fueran horas, hasta que transcurrió lo peor. El ave tomó impulso y con todas sus fuerzas aventó a la pequeña aventurera, ella pasaba através del aire, el ruido era nulo, era ya seguro que iba a morir. La rana se dirigía a toda velocidad contra la roca puntiaguda, mientras el ave se retiraba a su nido.
Era algo raro, pensaba la rana, lo que tanto amaba y por lo que empezó su viaje ahora la iba a matar. Ella ya estaba preparada para su cruel final cuando algo extraño emergió del agua e interceptó a la rana antes de chocar.
La rana, con los ojos cerrados, no sentía dolor, al abrirlos vio a su alrededor pero no encontró nada extraño, hasta que se dio cuenta de que estaba dentro del agua. Extrañamente el agua tenía una forma rara que cambiaba con el aire. La rana se encontraba dentro del cuerpo del ser de agua, hasta que éste colocó al diminuto ser en tierra firme.
Después de colocarla en tierra el ser de agua golpeó la roca afilada partiéndola en miles de pedazos que cayeron sobre el pantano. Así, gracias al extraño ser, la rana pudo chupar nuevas rocas sobre su querido pantano.

18.6.09

Esto no se acaba...


Chicos del jueves:
Gracias lo que comprartimos en el taller durante este semestre.
Por favor manténganse al pendiente de este sitio ya que la pubilicación de sus textos no ha terminado. Asimismo los invito a consultar la página de la revista Luvina donde podrán leer más textos de otros compañeros de distintas prepas que pertenecen al programa Luvina Joven.
Terminen el libro y mándenme sus comentarios. No se olviden de pasarme aquellos escritos que quedaron pendientes.
Un gran abrazo.

* La imagen pertenece al libro "El increíble niño comelibros", de Oliver Jeffers, disponible en la librería del Fondo de Cultura Económica (Chapultepec, casi esquina López Cotilla), que hoy llega a sus 10 años de existencia en Guadalajara.

14.6.09

Nicole


Por Marlenne Glez. Quezada

Una familia acampaba en el bosque. la mamá había mandado a los dos niños a recoger un poco de leña para la fogata.
—No se vayan a alejar mucho del campamento—, les advirtió, un poco nerviosa de dejarlos ir solos, pero su esposo tenía razón, debía confiar en ellos un poco más.
Los dos pequeños eran unos gemelos traviesos y a pesar de ser tan idénticos por fuera, por dentro no se parecían en mucho. La niña, mayor por unos minutos, le temía a todo, a diferencia del niño quien no se asustaba con nada.
Cuando se encontraban buscando la leña, la pequeña empezó a llenarse de tanto miedo que no se dio cuenta de que se alejaba del campamento, y al momento de voltear su hermano ya no estaba.
Los pelos se le pusieron de punta, odiaba estar sola, lo único que se le ocurrió fue salir corriendo en la dirección que ella creía que venía. Nunca fue buena corredora y también era algo torpe por lo que daba tres o cuatro pasos y se caía, se levantaba y daba cuatro pasos y se volvía a caer, la tercera vez que se cayó alguien la ayudó a levantarse.
—¿Te encuentras bien?—. El señor aparentaba unos 30 años y tenía una mirada amable y una sonrisa perfecta.
—Sí—, contestó la niña, mientras miraba su cuerpo para ver si se había lastimado.
Por alguna razón todo el miedo y la desesperación que había sentido unos instantes atrás desaparecieron.
—¿Estás perdida?
Esta vez la niña sólo movió su cabeza de arriba para abajo, el miedo y la desesperación volvieron a ella.
—No te preocupes te ayudaré a encontrar a tu familia—, le dijo el señor mientras le limpiaba las lágrimas que empezaban a asomarse por sus ojos.
— ¿Cómo te llamas?
—Nicole.
—Tienes un bonito nombre.
Los dos caminaron un rato por el bosque hasta llegar a una pequeña cabaña.
—¿Dónde estamos?—, preguntó Nicole.
—Esta es mi casa, de aquí le hablarás por teléfono a tu mami para que venga por ti, ¿de acuerdo?
—Sí—. Nicole estaba feliz al lado de ese hombre y no sabía por qué.
La cabaña era muy bonita por dentro.
—¿Cómo te llamas?—, Nicole le preguntó mientras él la invitaba a sentarse.
—Damián—, contestó con una sonrisa mientras sentaba a la niña en una silla.
—¿Tienes sed?
—Sí.
Damián se dirigió a la cocina para traerle algo de tomar a Nicole, desde ahí le preguntó si se sabía el número de su mamá.
—Sí—, respondió la niña enseguida
—¿Cuál es?
—33 98-65-70-43
—Ok.
El señor salió con una jarra de limonada y dos vasos, los sirvió y le invitó uno a Nicole.
—¿Quieres dormir, te ves muy cansada?
—No, gracias.
—De acuerdo, espera aquí un poco iré a llamarle a tu mamá.
Tomó los vasos y la jarra para llevarlos a la cocina, después de haberlos dejado en el fregadero regresó para entrar a una habitación del otro lado de donde se encontraba Nicole.

Los padres de Nicole estaban muy preocupados al ver que sólo su hijo había regresado.
—¿Dónde está tu hermana?—, le preguntó su padre al niño.
—No lo sé—, respondió confundido
—Iré a buscarla—, los interrumpió la mamá quien también tenía miedo al bosque, pero debía hace algo, su pequeña hija estaba perdida, así que se adentro en él.

Damián se había tardado mucho en aquella habitación, y a Nicole le entró curiosidad, se acercó lentamente y abrió la puerta. El cuarto estaba vacío, tan sólo había un escritorio, algunas fotos colgadas en la pared y una puerta que daba al bosque. A la niña le daba miedo estar sola en aquel lugar, por lo que se asomó por la puerta creyendo que tal vez Damián estaba afuera hablando por teléfono por el celular con su madre.
El miedo volvió a invadirla cuando no vio a nadie fuera de la cabaña, un sonido dentro de ella hizo que Nicole saliera corriendo al bosque, esta vez no tropezó tanto, a cada paso que daba los arboles se separaban más y más entre ellos abriendo un camino por donde pudiera pasar, cuando la niña se dio cuenta, disminuyó su velocidad, todo eso le parecía muy extraño y le asustaba, al final del sendero había un brillo deslumbrante, la niña llena de curiosidad cruzó la cortina de luz donde encontró a unas hermosas mujeres bailando alrededor de una gran flor.
La música se detuvo inmediatamente, las mujeres dejaron de bailar y empezaron a acercarse a la pequeña Nicole.
—¿Quién eres?, ¿qué haces aquí?, ¿cómo llegaste?, ¿de dónde vienes? …—, todas empezaron a preguntar al mismo tiempo.
La cabeza de Nicole comenzó a dar vueltas, estaba demasiado confundida, su vista se volvió doble y cayó al piso desmayada.
Despertó en una cama llena de almohadas de diferentes colores y tamaños, al lado de ella se estaba una de las mujeres que había encontrado bailando. Era realmente hermosa tenía el cabello largo y negro, lo cual le hacía resaltar el azul de sus ojos.
—Por fin despertaste—, dijo al ver a la niña abrir los ojos, —¿te sientes mejor?—, le preguntó mientras le ayudaba a levantarse
—Sí—, le contestó mientas miraba la habitación
—¿Cómo te llamas?
—Nicole.
—Es un nombre muy extraño, jamás lo había escuchado—, hizo una pausa para ponerse de pie, —nos diste un gran susto, por un momento creímos que habías fallecido. Yo me llamo Fesile, pero puedes llamarme Fes—. La mujer la veía con mucha curiosidad, tanta que Nicole empezaba a sentirse incómoda por su mirada. —¿No eres una ninfa verdad?
—No—, a Nicole se le hizo muy extraña la pregunta.
—Lo sabía—, dijo contenta por tener la razón. —Pero, ¿si no eres una ninfa que eres?
—Una niña—. Esa respuesta fue la única que se le ocurrió a Nicole
—Supongo que es demasiado obvio, pero bueno, ¿Cómo es que una niña llegó hasta aquí?
—No lo sé—. Nicole empezó a llorar, quería regresar a su casa, quería estar con su mamá, con su papá y con su hermano.
—¿Qué pasó?—, preguntó extrañada al ver a la niña llorar.
—¡¡Quiero a mi mami!!—, gritó entre llantos.
—Ya no llores—, intentó consolarla sin éxito alguno, —ya sé—, se le había ocurrido una idea, —ven conmigo—, le dijo extendiéndole la mano. Nicole la tomó y salieron de la habitación.
La casa de Fesile constaba de un solo cuarto, dentro de una selva donde nunca paraba de llover. Al final de aquel lugar se encontraba el pequeño claro en el que Nicole había aparecido unos días atrás. Pero a diferencia de ese día esta vez estaba vacío, sin embargo bastó con que Fes tocara unas notas con su flauta para que se volviera a llenar de hermosas ninfas.
—Oigan, tengo que decirles algo—, dijo Fes en un intento por hacer que le hicieran caso.
—Silencio—, pidió la más bonita de todas y mágicamente se callaron. —Fesile nos ha llamado por una razón, así que les agradecería que pusieran atención unos segundos—, dijo cediéndole la palabra a Fes.
—Recuerdan la niña que apareció hace unos días y creímos que estaba muerta.
—Sí—, contestaron todas en coro.
—Bueno, resulta que está viva—, les informó la ninfa mientras daba un paso a un lado para que pudieran ver a Nicole que se escondía detrás de ella
—Hola pequeña, yo me llamo Alseide ¿y tú?—, la más bella de las ninfas esta vez se dirigía a la niña.
—Ni…Nicole.
—Por qué llorabas—, Alseide le preguntó al notar sus ojos hinchados y rojos.
—Porque quiere regresar con su mamá—, Fesile tuvo que responder en su lugar porque la pobre se había soltado a llorar otra vez.
—No llores niña—, la ninfa más alta de todas, de tez morena y ojos verdes trato de consolarla, —mi nombre es Balanos, no sé cómo puedes regresar a tu casa, pero si quieres yo puedo ser tu nueva madre—, le ofreció a la niña quien sólo se puso a llorar más fuerte.
—Ya viste lo que hiciste, ahora está llorando más fuerte—, le reclamó una pelirroja, —nena no llores yo soy Hesperis y te prometo que te ayudare a regresar—, sus palabras la ayudaron a tranquilizarse un poco.
—Pero qué podemos hacer _, preguntó Balanos y todas voltearon a ver a Alseide.
—No lo sé,
—Tengo una idea—, todas miraron a la rubia, no era muy de ella querer ayudar a extraños.
—Dinos Auloniade, cuál es tu idea—, Alseide le dio la palabra.
—Si de verdad desea regresar a casa quizá Naida pueda llevarla de vuelta.
—Tienes razón—, afirmó Hesperis para después preguntarle a Nicole, —¿deseas con todo tu corazón regresar a casa?
—Sí—, respondió feliz de que por fin podría regresar.
—Bueno entonces Auloniade te llevará a través de su campo hasta las cuevas de Antriades de ahí caminarás tú sola hasta el mar de Naida.
El hecho de pasar sola por unas cuevas le aterrorizaba, pero quería regresar con su mamá sin importar lo que le costara.

Damián vio salir corriendo a Nicole desde la azotea de la cabaña a donde se había subido para que su celular tuviera recepción para poder llamar a la madre de la niña.
Bajó lo más rápido que pudo e intentó alcanzarla, pero ya era demasiado tarde, la buscó todo el día hasta que empezó a obscurecer entonces regresó a su cabaña e intentó volver a llamar a la mamá de Nicole. La madre, quien había desistido también de su búsqueda más a fuerzas que por voluntad propia, esta vez sí alcanzo a oír su teléfono sonar, ella, Damián y los guardabosques se pusieron de acuerdo para empezar una búsqueda de rescate y encontrar a la niña lo antes posible.
Pasaron tres días y todavía no había respuesta de Nicole, los guardabosques se habían dado por vencidos y la madre culpaba a Damián de la desaparición de la niña, para quitarse un poco de la culpa que no la dejaba dormir por las noches.

Auloniade acompañó a Nicole a través de sus campos dorados como su cabello, con cada paso que daban Nicole se ponía más y más nerviosa al ver cómo las montañas se levantaban en el horizonte, obscuras e imponentes. El mundo maravilloso de música y ninfas se desvanecía a su espalda junto con el sol. A los pies de la montaña se abría una enorme cueva.
Auloniade le advirtió a Nicole antes de desaparecer con el viento:
—Del otro lado de la montaña se encuentran los mares de Naida, ella es la hada que te cumplirá tu deseo, pero la única forma de cruzar la montaña es a través de la cueva de Antriades, procura ir lo más silenciosamente para evitar despertarla, a pesar de ser una ninfa, tiene muy mal humor al levantarse y no sé de lo que es capaz si te ve en su propiedad, yo te acompañaría, pero si salgo de mis campos moriré.
Nicole estaba más asustada que nunca, las piernas le temblaban y tenía ganas de salir gritando, entró de puntitas a la cueva, estaba completamente obscuro no podía ver nada, así que tropezó con una roca, cayó al piso y se mordió la lengua para no gritar por el dolor de sus rodillas sangrando, el ruido de la caída no fue suficiente para levantar a la ninfa que vivía ahí, pero si bastó para despertar a los murciélagos dormidos. Nicole se tiró al suelo, le aterraban, con mucho trabajo resistió no gritar. Y no fue hasta que se fueron todos los animales que la niña pudo juntar el valor para seguir su travesía por ese lugar húmedo y tenebroso, se levantó lentamente y comenzó a caminar, la cueva se empezó a hacer cada vez más pequeña y comenzaron a aparecer telarañas por todos lados, cuando se paró para quitarse las telarañas de encima sintió algo pasar entre sus piernas, entonces no lo resistió más y gritó con todas sus fuerzas.
—¿Quién eres tú?—. Una voz tenue le llamaba detrás de ella. —¿Qué haces aquí?—. La voz se hacía más fuerte cada vez y Nicole corrió lo más rápido que pudo.
—¿A dónde crees que vas?—, la voz estaba furiosa, y la niña asustada no se fijó y chocó contra la pared de la cueva. No había salida, —te atrapé—, cantó la ninfa victoriosa al verla acorralada.
Nicole empezó a pedir auxilio y a pegarle a la pared, quería salir de ahí, estaba tan cerca del mar que podía escucharlo, podía olerlo. Antriades caminó lentamente hacía la niña, y cuando extendió la mano para tomarla del cabello ya era demasiado tarde, la pared se venció arrojando a la niña al mar.
—Te juro que algún día te atraparé mocosa—, le gritó enojada, pero Nicole ya no podía escucharla.
Ella y la pared se hundían en el mar, Nicole no sabía nadar y empezó a quedarse sin aire hasta perder la consciencia. Naida quien la había visto caer la llevó hasta su casa.
Cuando la niña despertó lo hizo en las piernas de una hermosa hada.
—¿Qué hace una niña tan pequeña como tu aquí?
Nicole empezó a llorar, —quiero ir a casa—, le pidió al hada, —las ninfas me dijeron que tú me llevarías a casa—.
—Calma, lo haré, pero primero debes dejar de llorar—. Naida le secó las lágrimas y la condujo hasta un pequeño charco en la esquina de la habitación. —Ahora sólo tienes que ver a través del agua y buscar en ella lo que deseas.
Nicole vio en el agua su rostro, tras él a su madre y la pequeña cabaña de Damián. Algo turbó el agua, la imagen se hizo borrosa y la niña se acercó para ver mejor, una mano salió del agua, la tomó de la cara y la arrastro dentro del charco. Naida sólo comenzó a reírse.

Algo le decía a Damián que tenía que hacer un último intento por encontrar una pista de la niña desaparecida, fue a la parte trasera de la cabaña y ahí la encontró tirada en el piso inconsciente, llamó a los guardabosques para que trajeran una ambulancia, la niña estuvo varias semanas en coma, cuando despertó no recordaba nada ni de antes ni después de haberse perdido en el bosque, los doctores llegaron a la conclusión de que su cerebro se había borrado a sí mismo por algún trauma que vivió en el bosque, su familia, a la que no reconocía, debía enseñarle todo de nuevo, desde cuál era su nombre, hasta el color del cielo.

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El texto pertenece a una dinámica que consistió en un sorteo de argumentos ideados por los mismos integrantes del taller. Cada autor debía desarrollarlo a su gusto y darle un final a la historia. El que le tocó a Marlenne fue el siguiente:

"Había una vez una niña que paseaba por el bosque con su hermanito pequeño, de repente el niño desaparece y ¡oh sorpresa!"