4.6.09

My precious!

El Señor de los Anillos fue elegida por ustedes en la pasada encuesta como la mejor película hecha a partir de un texto literario, en este caso salido de la pluma de J.R.R. Tolkien.
Les dejo el tráiler de La Comunidad del Anillo para que se acuerden.


31.5.09

Uy, yo también leí 'Once Minutos'



5
El derecho a leer cualquier cosa*

A propósito del «gusto», algunos de mis alumnos sufren mucho cuando se encuentran delante del archiclásico tema de redacción: «¿Se puede hablar de buenas y de malas novelas?» Como bajo su apariencia de «yo no hago concesiones», son más bien amables, en lugar de abordar el aspecto literario del problema, lo tratan desde un punto de vista ético y sólo consideran la cuestión desde el ángulo de las libertades. De resultas, el conjunto de sus trabajos podría resumirse con esta fórmula: «No, no, uno tiene derecho a escribir de lo que quiera, y todos los gustos de los lectores son naturales, faltaría más!» Sí…, sí, sí…, posición totalmente honorable.
Que no impide que haya buenas y malas novelas. Se pueden citar nombres, se pueden dar pruebas.
Para ser breve, vayamos al grano: digamos que existe lo que llamaré una «literatura industrial» que se contenta con reproducir hasta la saciedad los mismos tipos de relatos, despacha estereotipos a granel, comercia con buenos sentimientos y sensaciones fuertes, se lanza sobe todos los pretextos ofrecidos por la actualidad para parir una ficción de circunstancias, se entrega a «estudios de mercado» para vender, según la «coyuntura», tal o cual tipo de «producto» que se supone excita a tal o cual categoría de lectores.
Sin lugar a dudas, malas novelas.
¿Por qué? Porque no dependen de la creación sino de la reproducción de «formas» preestablecidad, porque son una empresa de simplificación (es decir, de mentira), cuando la novela es arte de la verdad (es decir, de complejidad), porque al apelar a nuestro automatismo adormecen nuestra curiosidad, y finalmente, y sobre todo, porque el autor no se encuentra en ellas, así como tampoco la realidad que pretende describirnos.
En suma, una literatura del «prêt a disfrutar», hecha en moldes y que querría mantenernos en un molde.
No creamos que estas idioteces son un fenómeno reciente, vinculando a la industrialización del libro. En absoluto. La explotación de lo sensacional, de la órbita ingeniosa, del estremecimiento fácil en una frase sin autor no es cosa de ayer. Por citar únicamente dos ejemplos, tanto la novela de caballerías como, mucho tiempo después, el romanticismo, se empantanaron ahí. Y como no hay mal que por bien no venga, la reacción a esta literature desviada nos dio dos de las más hermosas novelas del mundo: Don Quijote y Madame Bovary.
Así pues, hay «buenas» y «malas» novelas.
Las más de las veces comenzamos a tropezarnos en nuestro camino con las segundas.
Y, caramba, tengo la sensación de haberlo pasado «formidablemente bien» cuando me tocó pasar por ellas. Tuve mucha suerte: nadie se burló de mí, ni pusieron los ojos en blanco, ni me trataron de cretino. Se limitaron a colocar a mi paso algunas «buenas» novelas cuidándose muy bien de prohibirme las demás.
A eso le llamo sabiduría.
Durante cierto tiempo, leemos indiscriminadamente las buenas y las malas, de la misma manera que no renunciamos de la noche a la mañana a nuestras lecturas infantiles. Todo se mezcla. Salimos de Guerra y paz para volver a sumergirnos en la Bibliothèque verte. Pasamos de la colección Harlequin (historias de médicos guapos y enfermeras entregadas) a Boris Pasternak y su Doctor Zhivago…, un medico guapo también y lara, ¡una enfermera de lo más entregado!
Y después, cierto día, vence Pasternak. Sin darnos cuenta nuestros deseos nos llevan a la frecuentación de los «buenos». Buscamos escritores, buscamos escrituras; se acabaron los meros compañeros de juegos, reclamamos camaradas del alma. La mera anécdota ya no nos basta. Ha llegado el momento de que pidamos a la novela algo más que la satisfacción inmediata y exclusiva de nuestras sensaciones.
Una de las grandes alegrías del «pedagogo» es –siempre que esté autorizada cualquier lectura– ver cómo un alumno cierra por su cuenta de un portazo la puerta a la fábrica Best-seller para subir a respirar a casa el amigo Balzac.


Bibliografía:
PENNAC, Daniel, Como una novela, Anagrama Colección Argumentos, España, 11ª ed., 2006, 156-157 pp.

* La reproducción es usada para fines didácticos y su contenido es propiedad de su autor.