14.4.09

Luvina.com paso a paso

Para los que se preguntaban cómo entrar a la página de Luvina en internet, aquí les pongo un paso a paso con imágenes para que esta vez no se pierdan.
Ahí podrán encontrar los textos de la revista que hemos leído así como escritos de otros compañeros de diferentes prepas de UdeG que, como ustedes, participan en los talleres de Luvina Joven.
Cualquier duda, ya saben, por este medio o en el taller.

1. Ingresa a www.luvina.com.mx
En la portada podrás ver el número más reciente de la revista y varias ligas a otras secciones en la web como Textos, Luvinaria, Luvina Joven, Hemeroteca y más.


2. Da click en la portada.
Para ver la edición de Letras al Aire da click en la portada que está a la izquierda. Accederás al formato PDF. Si dan click en Textos, verás el indice de contenidos.



3. Textos en Foros.
Dando click en cada una de las ligas que aparecen en el índice anterior, podrás acceder a los textos en el apartado de Foros.



4. Consulta la Hemeroteca.
Si en la portada de la página das click en Hemeroteca, entrarás al archivo digital de la revista.


Por ejemplo, ahí, al dar click en el número de El Pulso de la Ira, accederás al formato PDF.


5. Tu espacio: Luvina Joven.
Ahí podrás disfrutar de los textos de otros compañeros que también forman parte de los talleres en distintas prepas de UdeG.



6.Elige a un personaje.
Da clik sobre alguno de los escritores y accede a distinta información relacionada con los talleres, desde textos hasta imágenes.



7. Deja tus comentarios.
Cada uno de los textos tiene espacio para que incluyas un comentario.

13.4.09

Lo confieso: me salto páginas

2
El derecho a saltarse las páginas*

Leí Guerra y paz por primera vez a los doce o trece años (más bien trece, estaba en quinto y nada adelantado). Desde el comienzo de las vacaciones, las de verano, veía a mi hermano (el mismo de Vinieron las lluvias) enfrascado en una enorme novela, y su mirada se volvía tan lejana como la del explorador que desde hace muchísimo tiempo ha perdido la noción de su tierra natal.
— ¿Es muy bueno?
— ¡Formidable!
— ¿Qué explica?
— La historia de una chica que quiere a un tipo y se casa con un tercero.
Mi hermano siempre ha poseído el don de los resúmenes. Si los editores lo contrataran para redactar sus «contraportadas» (esas patéticas exhortaciones a leer que aparecen en el dorso de los libros), nos ahorraría muchísimos camelos.
— ¿Me lo prestas?
— Te lo doy.
Yo estudiaba interno, era un regalo inestimable. Dos grandes tomos que me mantendrían en calor durante todo el trimestre. Cinco años mayor que yo, mi hermano no era completamente idiota (y tampoco lo es ahora) sabía perfectamente que Guerra y paz, no podía ser reducido a una historia de amor por bien montada que estuviera. Sólo que conocía mi predilección por la pasiones sentimentales, y sabía excitar mi curiosidad con la formulación enigmática de sus resúmenes. (Un «pedagogo», en mi opinión). Creo que fue el misterio aritmético de su frase lo que me hizo cambiar temporalmente mis Bibliotheque verte, rouge et or, y demás Signes de piste para arrojarme a esa novela. «Una chica que quiere a un tipo y que se casa con un tercero»…, no veo cómo habría podido resistirme. En realidad, no me sentí decepcionado, aunque se hubiera equivocado en su cálculo. En la práctica, éramos cuatro los que amábamos a Natacha: el príncipe Andrés, aquel golfo de Anatole (pero ¿podía llamarse aquello amor?), Pedro Bezujov y yo. Como yo no tenía ninguna posibilidad, tuve que «identificarme» con los demás. (Pero no con Anatole, ¡un auténtico cerdo!)
Lectura mucho más deliciosa en la medida en que se desarrolló de noche, a la luz de la linterna de bolsillo, y debajo de mis mantas plantadas como una tienda en medio de un dormitorio de cincuenta soñadores, roncadores y demás patanes. La tienda del vigilante donde crepitaba la lamparilla estaba muy cerca, pero daba igual, en amor siempre es el todo por el todo. Todavía siento el grosor y el peso de aquello volúmenes en mis mano. Era la versión de bolsillo, con la cara de Audrey Hepburn que miraba a un principesco Mel Ferrer con los pesados párpados de un rapaz enamorado. Me salté tres cuartas parte del libro para interesarme únicamente por el corazón de Natacha. Me compadecí de Anatole, de todos modos, cuendo le amputaron la pierna, maldije al estúpido del príncipe Andrés por quedarse de pir delante de aquella bala de cañón, en la batalla de Borodino… («Pero échate, por Dios, échate al suelo, va a estallar, no puedes hacerle eso, ¡ella te ama!»)… Me interesé por el amor y por las batallas y me salté los asuntos de política y de estrategia… Como las teoría de Clausewitz quedaban muy por encima de mis entendederas, lo confieso me salté las teorías de Clausewitz… Seguí muy de cerca los sinsabores conyugales de Pedro Bezojuv y su mujer Helena («antipática», la encontraba realmente «antipática»…) y dejé a solas a Tolstoi disertando sobre los problemas agrarios de la Rusia eterna.
Me salté páginas, vaya.
Y todos los chiquillos deberían hacer lo mismo.
Mediante ello podrían regalarse muy pronto con casi todas las maravillas consideradas incaccesibles para su edad.
Si tienen ganas de leer Moby Dick pero se desaniman ante las disquisiciones de Melville sobre el material y las técnicas de caza de la ballena, no es preciso que renuncien a su lectura sino que se las salten, que salten por encima de esas páginas y persigan a Achab sin preocuparse del resto, ¡de la misma manera que él persigue a su blanca razón de vivir y de morir! Si quieren conocer a Iván, Dimitri, Aliocha Karamasov y su increíble padre, que abran y que lean Los hermanos Karamasov, es para ellos, aunque tengan que saltarse el testamento del starets Zósimo o la leyenda del Gran Inquisidor.
Un gran peligro les acecha sino deciden por sí mismos lo que éstá a su alcance saltándose las páginas que elijan: otros lo harán en su lugar. Se apoderarán de las grandes tijeras de la imbecilidad y cortarán todo lo que consideren demasiado «difícil» para ellos. Eso da unos resultados terribles. Moby Dick o Los miserables reducidos a unos resúmenes de 150 páginas, mutilados, destrozados, desmedrados, momificados, ¡reescritos para ellos en una lengua famélica que se supone que es la suya! Algo así como si yo me pusiera a dibujar de nuevo Guernica bajo el pretexto de que Picasso metió allí demasiados brochazos para un ojo de doce o trece años.
Y luego, incluso cuando somos «mayores», y aunque nos repugne confesarlo, también nos seguimos «saltando páginas», por unas razones que sólo nos conciernen a nosotros y al libro que leemos. También puede ser que nos lo prohibamos por completo, que leamos todo hasta la última palabra, estimando que aquí el autor se extiende demasiado, que aquí se permite un solo de flauta pasablemente gratuito, que en tal lugar cae en la repetición y en tal otro en la idiotez. Digamos lo que digamos, este testarudo aburrimiento que entonces nos imponemos no corresponde al orden del deber, es una categoría de nuestro placer de lector.

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¿Ustedes de qué libro se han saltado páginas?
Yo confieso —con repugnancia, como dice Pennac— que me salté del Amadis de Gaula. Lo teníamos que terminar para un exámen en la carrera, sin embargo, es una de las historias de caballería que con más placer recuerdo.

Espero sus comentarios en este espacio o la próxima semana en el taller.


1. TOLSTOI: autor de Guerra y Paz.



2. MELVILLE: autor de Moby Dick.


3. DOSTOYEVSKI: autor de Los hermanos Karamasov.



Bibliografía:

PENNAC, Daniel, Como una novela, Anagrama Colección Argumentos, España, 11ª ed., 2006, 148-151 pp.

* La reproducción es usada para fines didácticos y su contenido es propiedad de su autor.