3.8.09

Enéas


Por Alidia Arreola
Preparatoria 13


Temeroso estaba al volver a una página en blanco, de pronto surgieron las ideas, múltiples ideas llenando la mente de variados temas:
Hablar del universo, sería muy extenso, hablar de política, entre leyes y reformas donde nadie se pone de acuerdo.
Expresar acerca del amor, donde se involucran emociones, recuerdos, sueños, sin embargo, sentado observando todo aquello que me rodeaba, me hice la pregunta: ¿Qué se sentirá ser un árbol? Sin sentimientos, aquellos que sólo crecen para dar “vida” a este lugar, para tener una hoja de papel con qué escribir, para que de repente, se llenen de hongos, tanto que den lástima y los tengan que podar.

-¡Ya sé!- exclamó Enéas, me convertiré en un árbol.
Un árbol cuyas raíces estén fijas en el suelo, las ramas y las hojas se mezan libres al ritmo del viento. Los pájaros pasarían muchas horas posando sobre mí, algunos harían sus nidos.
De repente, no podía moverme, sentía que estaba pegado al suelo, no sabía que hacer, vi todo más pequeño, y sentía a pájaros sobre mí. Estaba simplemente confundido; o soñé que era un humano, o simplemente nunca me di cuenta que era un árbol.

Un día, sintió que el brillo de una mirada y de una risa destacaba entre todos los niños de su alrededor; ella pasó a su lado como quien pasa junto a un semáforo. Se llamaba Alda, tenía diez años y pelo moreno; la mirada, como un destello verde y una sonrisa tenue y dulce.
Enéas ignoraba que los árboles no deben enamorarse de las niñas, ¿sabe alguien de quién debe enamorarse?
Él, no lo sabía, así que se enamoró de la niña de mirada verde y de sonrisa dulce.
Todos los días Alda visitaba a Enéas en el patio de la escuela, ella lo sentía como un amigo, así que le contaba su día en la escuela y siempre terminaba cantándole una canción.
-Alda tiene la voz más hermosa- susurraba el árbol, con un suspiro que le ahogaba el pensamiento.
Enéas estaba enamorado, no sabía cómo declararle su amor.
En presencia de la niña, se sentía torpe, no sabía que hacer con las ramas para ser más hermoso; ni cómo agitar sus hojas al viento para resultar mas atractivo.
Por eso, un ahogo de emoción y tristeza le conmovía hasta las raíces.
A partir de aquel momento, Enéas consagró toda su vida a la que amaba.
Le dedicaba cada nueva hoja, y todo el aroma de sus flores. Pero Alda no sabía entender las palabras del árbol, ni aquellos suspiros perfumados.
Cuando todos se sentaban a la sombra, el arbolito enamorado inclinaba su tronco para que la espalda de la niña reposara más cómoda.
-¡Ash! ¡Alda siempre escoge el mejor sitio!- protestaban todos.
- El que sabe… ¡sabe!– reía la niña.
Mientras tanto, el árbol soñaba que ella cogía una de sus ramas y juntos, de la mano echaban a andar por los caminos, por las montañas y por los valles, hasta llegar al mar.
Caminaban despacio; porque el árbol tropezaba y se caía, cada vez que se le enredaban las raíces en los arbustos y las piedras.
En eso despertó y dijo:
-¡Pero Alda, no puede comprender mis palabras, menos aún puede interpretar mis sueños!
Todo estaba claro, Enéas estaba enamorado de Alda. De pronto, descubrió la forma de declararle su amor. ¡El verde de sus hojas se hizo radiante!
Como siempre, Alda fue la primera en llegar y, como siempre, colgó su chamarra en una rama. Contuvo la respiración de todas sus hojas, luego, en aquel brote, moldeó la flor más hermosa de toda la primavera.
Cuando terminó el recreo, Alda descolgó su chamarra con un tirón y sin querer rompió la ramita en la que estaba la flor.
La niña miró la flor con gesto de sorpresa. El árbol palideció, avergonzado al sentir sobre sus hojas la mirada sorprendida de la niña.
Alda contempló, de nuevo, la flor.
Luego, volteó su cabeza hacia uno de los niños que estaba tras de ella.
Bajó la mirada y exclamó sonriente:
-Gracias, Juan. Ha sido un detalle muy bonito.
-¿Juan?- protestó Enéas.-¡Yo no me llamo Juan!
Juan no desaprovechó la oportunidad, y le tomó la mano a Alda y, agarrados de la mano, se fueron al salón.
-¡Soy un imbécil!- protestaba Enéas una y otra vez. Y después de un día de suspiros, se le llenaron sus hojas de lágrimas, unas lágrimas amargas, por eso, cuando los rayos del sol secaban el rocío de su llanto, una capa de sal apagaba el brillo de sus hojas.
Alda y Juan se sentaban todos los días en Enéas. Hablaban, reían y se miraban a los ojos.
Aquel mismo día, Juan grabó con una navajita en el tronco del árbol: Juan y Alda.
-¡Qué vergüenza!-protestaba el árbol - Juan-Alda… Juanalda… ¡Suena a pastillas para la tos!

El comienzo del otoño trajo silencio y soledad al patio del colegio.
Ahogado por aquella herida grabada en el troco, el árbol sintió que ya no servía para nada y comenzó a cantar:
-Si los delfines, mueren de amores…
Un día de aquellos volvieron a inaugurar el colegio, los niños y las niñas trepaban hasta las ramas de Enéas.
El árbol se contagiaba por la felicidad de los niños. Y hacía resplandecer sus hojas y flores.
Aquel año nombraron nuevo director, estableció nuevas normas y severos castigos para quienes no las cumplieran.
El director mandó a que les trajeran armazones metálicos, para que los niños pudieran trepar sobre ellos. Y, el mismo día mandó a que colgaran un letrero que decía: “Se prohíbe trepar al árbol”.
Así que, Enéas contemplaba a los niños y las niñas que jugaban entre aquellos armazones, como pájaros enjaulados.
Cada vez que el árbol se sentía triste, una hoja caía de sus ramas, como una lágrima, tantas perdió que al comenzar las vacaciones de verano, había perdido todas sus hojas.
Sin la protección de sus hojas, aquellos días calurosos eran terribles, pero la calma y el frescor de la noche despertaban su pensamiento y sus sueños.
En las noches de luna llena, juagaba con su sombra a imaginar historias; historias de dragones y guerreros; historias de ríos negros, donde se bañaban las princesas y unicornios blancos; historias terroríficas en las que la sombra de sus ramas se extendía por las calles, como los inmensos tentáculos de un pulpo, para atrapar a todo aquel que caminaba distraído.
Pero estas últimas historias le espantaban el sueño, así que trataba de encontrarlo contando ovejas, contando niños y niñas, que caminaban en filas para su salón.
Por el contrario, cada vez que soplaba el viento, Enéas movía sus ramas, para ensayar nuevos sonidos y nuevas canciones.
El primer día de clase llegaron los profesores y profesoras, llegaron los niños acompañados por sus padres o abuelos, llegaron los mayores cargados con mochilas llenas de libros. Y todos se le quedaron viendo a Enéas que no tenía hojas, sin acabar de creer lo que veían.
-¡¿Qué pasó contigo, árbol?! – gritó uno de los niños.
-¡Qué triste!-suspiraban los demás.
-¿Qué vamos a hacer ahora con él?- se preguntaban los padres.
-Pues… ¡muy sencillo! – dijo el director- ¡¡Cortarlo!!
De pronto, se levantó una oleada de protestas contra la decisión del director. Aquél árbol siempre había estado allí. Los abuelos y los padres conocían a ese árbol desde su infancia.
La experiencia de trepar por su tronco, de contemplar el mundo desde sus ramas.
-¡¡No permitiremos que lo corten!!- gritaban los padres.
Cuando se presentaron los leñadores que iban a talarlo, ni siquiera se pudieron acercar.
Los niños y niñas, los padres, las madres y los abuelos, unidos de la mano, formaban in círculo alrededor del árbol.
Algunos llevaban pancartas y las gritaban:
-¡Salvemos nuestro árbol!
-¡Que nadie corte nuestros recuerdos!
Cada vez que oía la palabra cortar, a lo que es grande y tiene hojas se le hacía un nudo en el tronco. Mientras los leñadores
se marchaban protestando, el árbol aprovechó unas ráfagas de viento para entonar una canción que había ensayado durante los días de verano, entonces se desplegó un abanico de sonrisas y de asombro.
Todos aplaudieron cuando terminó aquella melodía, por eso, una representante de la Asociación de Padres quitó el cartel que decía: “Se prohíbe trepar al árbol”.
Enéas se contagió de aquel entusiasmo y deseó volver a ser como antes era. Aprovechando aquellos momentos de euforia intentó despertar el torrente de su savia; pero todos los esfuerzos eran inútiles.
Entonces decidió buscar ayuda y le dijo al Sol:
-Por favor, tú que eres tan poderoso… ¿puedes darme hojas?
-Yo no me entretengo en dar hojas a los árboles secos –dijo el Sol-¡¡Ve tu a buscarlas!!
-Solo puedo caminar en mis sueños… y ahora necesito hojas de verdad- suspiró Enéas.
Pasó el Viento y el árbol le gritó:
-¡Tú que eres tan poderoso… dame algunas hojas!
-Yo sólo sé quitar las hojas delos árboles- dijo el Viento- así que no puedo ayudarte.
Pasó la lluvia y el árbol le dijo:
-Señora lluvia, mis pies están clavados en el suelo, ¿quieres traerme algunas hojas?
Pero la lluvia le contestó:
-No puedo dar nada a nadie. Yo sólo sé llorar por las desgracias de los demás.
Enéas definitivamente no sabía que hacer, ya que nadie lo podía ayudar y pensó:
-Me salvaron de que no me podaran yo les tengo que agradecer dándoles flores, hojas, pero simplemente nadie me puede ayudar, no queda mas remedio que quedarme sin hojas, dando lástima a las personas.
Pasaron los días y nadie le dio importancia al árbol.
Los niños, los padres y hasta los abuelos, decidieron podarlo de una vez.
-¿De qué sirve tener un árbol feo en tus recuerdos? Preferible uno frondoso que te haga recordar las cosas como si hubieran sucedido ayer- dijo el abuelo.
Y, así fue, Enéas murió decepcionado con la esperanza de que alguien le ayudara, pero no fue así.

Historia olvidada



Por Gerardo Mercado
Prepa 13


Hace algunos días la curiosidad comenzó a invadir mi cuerpo, después de pensarlo un poco me decidí a extraviar esta sensación. Busqué en diversas ciudades, diferentes regiones, hasta llegué a cruzar el mar en busca de una respuesta. Por fin después de meses de búsqueda arribé a una ciudad a la mitad del océano. Moví mis influencias para poder accesar a los archivos más resguardados de la sociedad.
Se dice que en esta biblioteca se almacena la vida de cada individuo, pero… nadie las escribe.

Tomé libros al azar, pero ninguno llamaba mi atención, era difícil creer esto de entre tantos libros, hasta que lo vi, un libro que parecía relucir de entre todos, sujeté el ejemplar y leí el titulo: “Olvido”, por si no fuera poco el nombre de aquel libro movió más mi curiosidad. Al abrir el volúmen las letras comenzaron a brillar con en un tono dorado y en un segundo la luz me cegó.
Cuando abrí los ojos noté que mi cuerpo era inexistente, no podía sentir la brisa, pero a pesar de esto me movía libremente, recorrí las calles de aquel lugar y después de una breve observación me di cuenta de que era la misma ciudad a la que había arribado, “Neo Pariga” aunque ahora estaba algo diferente a la que conocía pues las calles eran de piedra, las casas eran sencillas además de que pasaban carretas jaladas por caballos.
Todavía no terminaba de sorprenderme cuando sentí que una gran fuerza me atrajo.
Recorría las calles a gran velocidad, a lo lejos se observaba una casa, yo no me podía detener y sentí que chocaría con esta, pero no fue así, sino que pasé através de sus muros.
Dentro de la casa observé a una pequeña niña de cabellos color castaño, ella no tendría más de 10 años, pensé. Ella trataba de despertar a una joven aproximadamente de 16 años, hasta que por fin lo logró. La joven, que resulto ser la hermana mayor de la infante, se dirigió a su trabajo y la pequeña a la escuela. Terminando un día común de escuela se dirigió a la casa de una amiga suya. Ya de noche compró algo de la tienda y corrió con dirección a su casa, pues ya había pasado de la hora de llegada.
Las calles estaban oscuras, de un negro penetrante. De pronto, detrás de ella comenzaron a escucharse pasos, lo cual hizo que acelerara los suyos. Sin embargo, los pasos distantes se escuchaban cada vez más rápidos y cercanos. Sin esperar ni un segundo más la niña comenzó a correr, mientras sentía como su corazón se saldría del miedo.
Después de un largo trayecto consiguió llegar a su casa y golpeando la puerta esperaba a que le abrieran. Dentro de la casa la madre se disponía a abrir, ella seguía tocando desesperadamente, en eso una mano tapó su boca y otra sujeto su estómago.
Por fin la madre abrió la puerta, pero nadie la esperaba del otro lado. Así que la cerró sin notar una bolsa tirada en el suelo.

Pasadas las horas la hermana mayor llegó a su casa, todo estaba tranquilo hasta que se percató de la bolsa tirada en el suelo, ella la tomó y entro rápidamente a su casa. Después de cuestionar a su madre y llamar a la casa de la amiga temieron lo peor. Un secuestro.

Todo se encontraba oscuro, tan oscuro que ni yo no podía ver nada a mí alrededor. Mientras me preocupaba por mi visión, sentí como algo comenzaba a moverse y gemir de dolor, aquella cosa que estuviera ahí era sujetada por algo en sus muñecas y cada vez que trataba de mover sus brazos salía muy lastimada. En eso unas lámparas de aceite comenzaron a encenderse dejando ver un cuarto color gris hecho con ladrillos, además de que caían gotas de agua provocando un eco perturbador.
Ya con la visión activa de nuevo me di cuenta de lo que hacía aquellos ruidos: era la pequeña secuestrada. Ella estaba sobre una fría mesa de metal sujetada por varios grilletes, dos en sus muñecas y dos en sus tobillos. Lo peor de esto era que los grilletes atravesaban sus muñecas y tobillos con finas agujas, dejando correr su sangre.
De entre las sombras una figura anciana emergió vistiendo una larga capa negra que cubría todo su rostro. Este extraño personaje afinó un poco su voz y pronunció las siguientes frases con tono burlón:
—¡Felicidades!, eres la primer seleccionada para hacer realidad mi teoría—. Tras aquellas palabras, ella no podía pronunciar ninguna palabra debido al horror que se extendía através de su ser. El hombre continúo con su discurso,
—Además será un buen regalo de cumpleaños.
La pequeña juntó valor y preguntó:
—¿Có… Cómo es que… sabes de mi cumpleaños?
Sin perder tiempo el anciano contesto:
—Niña, yo no selecciono mis víctimas al azar, tienen que ser alguien con una mente fácil de manipular.

Al terminar su pequeña charla, aquel anciano tomó un bisturí que se encontraba sobre una mesa al lado de él. Lo alzó en el aire y rozando la piel de la niña comenzó a abrirla. Ella podía observar como su piel era cortada, mientras la sangre recorría su dolido cuerpo. Él realizó diversas incisiones y después de algunos minutos de eterno sufrimiento la niña perdió la conciencia.

No sabría decirles cuanto tiempo pasó, pudieron haber sido horas, días e incluso semanas. Las gotas de agua se colaban por la estructura de aquel extraño lugar y un salpicar de una de éstas hizo reaccionar a la niña inconciente, ella se encontraba acostada sobre aquella mesa fría, sus ataduras habían desaparecido por lo que trató de levantarse, acción que logró después de varios intentos. Al tocar el suelo un dolor indescriptible recorrió su cuerpo, sus heridas estaban cosidas de una forma muy vaga, cuando se apoyo por completo el peso de su cuerpo lastimó las heridas y de éstas comenzó a brotar sangre dejando un pequeño charco en el suelo. Por suerte la niña estaba en un especie trance por el dolor, lo cual provocaba que no notara lo que sucedía.
Ella comenzó a caminar através de aquel extraño lugar y pronto se encontró atravesando largos túneles oscuros apenas iluminados por antorchas, una separada a gran distancia de otra.
Después de horas de caminar encontró la salida de ese lugar de torturas. Fuera había una fuerte lluvia, pero ella seguía sin ser consciente de sus acciones, así que prosiguió su camino. Aquella tormenta golpeaba sus mejillas con violentas gotas, una tras otra, hasta que varias comenzaron a rozar sus heridas, en ese momento la pequeña reaccionó y por fin fue consciente de su entorno, notó sus heridas y se aterrorizó por aquellas imágenes, su sangre seguía brotando mientras la lluvia apenas borraba un poco las marcas de ésta.
Ya invadida por el miedo corrió sin dirección alguna por las calles de Neo Pariga y cuál fue su sorpresa al llegar a la puerta de su casa, ésta estaba abierta y se dispuso a entrar.
Dentro se encontraba una manta colgada con la frase “Feliz cumpleaños Co”, pero la última parte era ilegible, cubierta por una gran mancha roja, esto hizo que la niña entrara nuevamente en pánico, por si no fuera poco debajo de la manta estaban los cuerpos de su madre y padre, ambos sin vida. Ella comenzó a llorar sin consuelo, gritó tan fuerte que su voz resonó por las calles de aquella oscura y fría ciudad.
La niña todavía no lograba tranquilizarse cuando descubrió un mensaje en la pared, éste estaba escrito con sangre: “No lo olvides, ahora me perteneces”, junto a una mano cortada con un cuchillo atravesándola. Ya no pudiendo soportarlo más, caminó lentamente y se desplomó al lado de sus padres fallecidos. Eso era demasiado nadie podría soportarlo, perderlo todo por una maldita ambición.
Ella observó a su padre y descubrió que sujetaba un portafolio, además de que no tenía una mano. Tras algo de esfuerzo le quitó el portafolio, intento abrirlo pero sus manos temblaban demasiado, se calmó un poco y consiguió abrirlo. Dentro se encontraba una cosa que ella anhelaba con todo su ser, cerró el portafolio y las lágrimas comenzaron a brotar, sus ojos estaban tan rojos por aquella tristeza que le ardía el sólo ver, giró el maletín y en una esquina se podía leer una frase con letras doradas: “Una nueva etapa comienza ahora, nunca te rindas Cori Platz”.
La niña, de nombre Cori, sorprendida por aquella frase se levantó, limpió un poco sus lágrimas y con el portafolio en su pecho salió de nuevo a la fría lluvia dispuesta a cumplir el ultimo mensaje de su padre.
Yo solo podía observar el sufrimiento de aquella niña, trate de acercármele pero todo se alejaba cada vez más, hasta que observé una luz blanca.

Cuando recuperé el conocimiento estaba sentado en el suelo sobre un estante de aquella extraña biblioteca. Ya recobrado de aquella trágica historia leí el epílogo:
“Desde ese día la vida de la pequeña Cori Platz no volvió a ser la misma. Sintió la soledad en su máxima expresión, sufrió del hambre de manera indescriptible y fue viva imagen del rechazo de la sociedad, pero ella nunca se rindió. Trata de seguir su vida y sobresalir teniendo siempre en mente, aquel último mensaje, aunque esa historia será para otra ocasión”.

20.6.09

Noches sangrientas


Por Héctor A. Hernández

En un lugar a 30 minutos de Londres, existía un castillo que había pertenecido al duque George Howard
Tenía tanto tiempo sin habitar que las esquinas estaban repletas de telarañas, los muebles bañados de polvo y las puertas de madera desechas por las lluvias constantes que azotaban la edificación.
A los alrededores estaba situado el panteón municipal, éste tenía mucho tiempo en servicio.
Una noche fría llegaron tres hermanos extranjeros, Luis de 18 años, Anna de 15 años y Jorge de 13 años, buscando asilo. Por azares del destino dieron con aquel lugar. Emocionados por el hecho de haber encontrado un refugio para pasar la noche, a paso veloz intentaron llegar.
Segundos después lo lograron, el mayor tocó delicadamente la puerta y lo intento hasta que se cansó.
De pronto el menor comentó: ¿Por qué no intentamos meternos a la fuerza?, tengo mucho frío, este lugar esta oscuro y muy tenebroso, me da miedo.
No estaba tan equivocado el pequeño, era una noche de menos tres grados centígrados, con vientos de 60 millas por hora de este a oeste, y el lugar estaba completamente solo.
El mayor consiguió ingresar al castillo deshabitado. Arreglaron como pudieron un pequeño espacio, suficiente como para pasar esa misteriosa noche.
Al día siguiente, una mañana fría que golpeaba con fuerza ese misterioso lugar, se escuchó un inmenso grito que sonaba en ascenso de manera impresionante, el cual provenía de la planta alta de ese lugar.
El mayor se percató del suceso y le cambió el aspecto tranquilo con el que había amanecido a un aspecto seco, frío y con miedo.
En unos instantes el piano de la casa empezó a tocar una música satánica que en el fondo, pero muy en el fondo de la canción, se percataba una voz que decía: “salgan de aquí, ustedes no pertenecen a este lugar, salgan, salgan, salgan”.
¡Pum! De un momento a otro terminó la música ensordecedora, los dos menores despertaron ante tal sonido.
–Qué fue lo que se escuchó–, preguntó el menor. Este no obtuvo respuesta, entonces notó que había pasado algo, y no muy bueno.
Pues cómo no lo iba a notar, el hermano mayor quedó idiotizado ante tales hechos, estaba sorprendido, asustado, aterrado.
Al ver a su hermano en muy mal estado corrió hacia el exterior de la casa, pero no pudo porque la puerta inexplicablemente se quedó atorada, era imposible abrirla. Al tratar y tratar de abrirla, una voz quebrada aterró al menor diciendo tres simples y sencillas palabras: “La pesadilla comenzó”.
En ese mismo instante apareció un vampiro con fina estampa y otras especies de monstruos no tan finos que decían: “No hicieron caso a nuestras peticiones, pagarán por eso”.
A la única hermana le cortaron la cabeza…
Al hermano menor lo castraron, le cortaron extremidades y pusieron sal en las heridas hasta que este muriera del dolor. Y al mayor...
–¡¡¡Mamá!!
–Qué pasó hijo, qué tienes.
–Tuve una pesadilla, fíjate que estábamos en Londres, en un castillo…

FIN

Pequeño gran viaje

Por Gerardo Mercado

En un pequeño pantano vivían diversos animales, entre ellos una pequeña rana que gozaba de chupar las rocas que había en éste.
Un día, al levantarse, se dirigió a realizar su pasatiempo preferido, pero al llegar quedó sorprendida por lo que no veía. En el pantano no estaba ninguna roca, ni siquiera una pequeña.
La rana estaba muy sorprendida, pero regresó a la calma y pensó en posibles razones por las que las rocas no estuvieran, hasta que recordó que sobre el pantano volaba una gran ave, así que la rana llegó a la conclusión de que ese pájaro enorme tenía sus rocas.

Ella tomó valor y se dirigió al nido del ave, cruzó los caminos de aquel pantano, los cuales conducían a una gran roca con forma puntiaguda. Detrás de éste se encontraba un hermoso lago cristalino, pero lo más importante eran los rumores que corrían sobre aquel bello paisaje, pues se decía que en ese lago habitaban extraños animales que nunca salían a la superficie.
La ranita conocía muy bien la historia y para evitarse problemas rodeó el lago, lo cual le tomó más del doble de tiempo del que se hubiera tardado nadando.
Paso el día y la noche llegó, la luna comenzaba a mostrarse frente a la cara de aquella aventurera sin que ella dejara de saltar ni un segundo, ella continuaba fiel a su misión. Por fin después de una corta —pero larga distancia para la rana— arribó al árbol donde se encontraba el nido del ave, que estaba reposando. El hogar de ésta estaba formado por varias ramas y rodeado de piedras. Ella dio un pequeño brinco que bastó para que la gran ave se percatara de su presencia. Sin dar ninguna señal el pájaro salió disparado con dirección a la rana, a la cual sujetó del estómago con sus grandes patas.
Después de algunos segundos los dos se encontraban en el aire, el pequeño animal se retorcía tratando de liberarse de su prisión, pero esto fue en vano pues la pata de su opresora era demasiado fuerte para que una pequeña rana se librara de ella tan fácilmente. Pasaron los segundos tal como si fueran horas, hasta que transcurrió lo peor. El ave tomó impulso y con todas sus fuerzas aventó a la pequeña aventurera, ella pasaba através del aire, el ruido era nulo, era ya seguro que iba a morir. La rana se dirigía a toda velocidad contra la roca puntiaguda, mientras el ave se retiraba a su nido.
Era algo raro, pensaba la rana, lo que tanto amaba y por lo que empezó su viaje ahora la iba a matar. Ella ya estaba preparada para su cruel final cuando algo extraño emergió del agua e interceptó a la rana antes de chocar.
La rana, con los ojos cerrados, no sentía dolor, al abrirlos vio a su alrededor pero no encontró nada extraño, hasta que se dio cuenta de que estaba dentro del agua. Extrañamente el agua tenía una forma rara que cambiaba con el aire. La rana se encontraba dentro del cuerpo del ser de agua, hasta que éste colocó al diminuto ser en tierra firme.
Después de colocarla en tierra el ser de agua golpeó la roca afilada partiéndola en miles de pedazos que cayeron sobre el pantano. Así, gracias al extraño ser, la rana pudo chupar nuevas rocas sobre su querido pantano.

18.6.09

Esto no se acaba...


Chicos del jueves:
Gracias lo que comprartimos en el taller durante este semestre.
Por favor manténganse al pendiente de este sitio ya que la pubilicación de sus textos no ha terminado. Asimismo los invito a consultar la página de la revista Luvina donde podrán leer más textos de otros compañeros de distintas prepas que pertenecen al programa Luvina Joven.
Terminen el libro y mándenme sus comentarios. No se olviden de pasarme aquellos escritos que quedaron pendientes.
Un gran abrazo.

* La imagen pertenece al libro "El increíble niño comelibros", de Oliver Jeffers, disponible en la librería del Fondo de Cultura Económica (Chapultepec, casi esquina López Cotilla), que hoy llega a sus 10 años de existencia en Guadalajara.